Un grupo de 15 aficionados chilenos que llegó a Brasil para apoyar a su selección en el Mundial 2014 acampa desde hace 12 días en Copacabana, la playa más famosa de Río de Janeiro, para ahorrarse el elevado precio del alojamiento y gastando lo mínimo para comer y festejar.
Apoyado sobre un montón de mochilas y a la sombra de un cocotero, Cristóbal Vielma, descansa plácidamente. Este estudiante universitario de 21 años llegó a Río de Janeiro hace ocho días y, desde entonces, duerme en la playa con el resto del grupo.
"Con buena onda se puede llegar a cualquier lado", aseguró a EFE un sonriente Cristóbal, que disfruta "al máximo" su primer viaje en solitario y en el cual está sintiendo la "amabilidad brasileña".
Para vivir esta aventura, el joven dejó de lado sus obligaciones universitarias en Santiago de Chile, donde estudia la carrera de ecoturismo, y desde marzo se dedicó a trabajar para reunir dinero para el viaje.
Los planes no salieron según lo pensado y a falta de pocos días para el despegue de su vuelo a penas tenía liquidez.
"Unos días antes de venir a Brasil conseguí vender un teclado y eso hizo posible que esté hoy aquí", aseguró el joven, que para sufragar los gastos de alimentación se dedica a vender cerveza en los alrededores del recinto montado por la FIFA en Copacabana para los aficionados durante los partidos.
"En el Fan Fest la cerveza pequeña está a seis reales (unos 2,7 dólares), yo vendo la grande por cinco (unos 2,3 dólares)", indicó.
Sin pagar por el alojamiento, usando las duchas de la playa para lavarse y empleando los baños dispuestos en el paseo de Copacabana para hacer sus necesidades, los gastos de este joven son escuetos. "No suelo emplear más de 20 reales (unos 9 dólares) al día como máximo", aseguró a EFE.
Un padre con sus hijos en una "aventura"
Otro de los integrantes de este particular grupo de aficionados es Ricardo Chamorro, un hombre de 40 años que se ha desplazado desde Santiago de Chile hasta Brasil con su hija de 19 años y su hijo de once para animar a la "Roja" en su andadura mundialista.
Este aficionado chileno no está durmiendo en la playa por necesidad. "Podríamos permitirnos alojarnos en otro sitio, a pesar de lo caro que resulta, pero preferimos esto", indicó Ricardo, quien asegura que esta "aventura" también será muy enriquecedora para sus hijos, los cuales también han dejado de lado sus estudios durante un mes para ver el Mundial.
La alimentación básica de este grupo se basa en los "salgandinhos", un tipo de empanadas con jamón y queso, pollo, o cualquier otro tipo de relleno, muy apetecidas en la ciudad carioca y cuyo precio resulta muy económico.
La policía brasileña no pone trabas para que estos quince chilenos duerman en la playa en sus sacos pero no les deja instalar tiendas de campaña, algo que parece no importarles debido al calor del invierno carioca.
El grupo se formó a través del boca a boca y, a excepción de la familia Chamorro, nadie se conocía anteriormente. La convivencia entre ellos es "excelente" y se turnan para vigilar sus pertenencias y para vender cerveza a los aficionados en los días de partido.
Además del fútbol, el calor, la cerveza y de la playa, estos hinchas chilenos también disfrutan de otros atractivos de la ciudad carioca: "las brasileñas son muy bonitas", afirmó Ricardo.
La hinchada chilena se está volcando con su equipo en Brasil, con miles de aficionados llenando de cánticos y de color rojo la ciudad y con otras historias peculiares, como la de Cristian Guerra, que se hizo 4.000 kilómetros en bicicleta para animar a la única "Roja" que sigue viva en el Mundial.