La columna de Manfred Schwager: La huella de Manu
El periodista de Al Aire Libre en Cooperativa repasó la carrera del deportista argentino, quien anunció su retiro después de 23 años en el baloncesto profesional.
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Por Manfred Schwager, @mschwagerv
"Un poco más". Ese fue el concepto de una campaña publicitaria protagonizada por Manu Ginóbili hace algún tiempo. Una frase que representa fielmente la carrera del trasandino, que llegó a su fin tras 23 exitosos años como profesional. Y que, al mismo tiempo, sintetiza la sensación que provoca el anuncio del propio jugador: por qué ahora, si podría haber seguido en cancha un poco más.
A sus 41 años, Emanuel Ginóbili deja la actividad con un palmarés repleto de logros. Campeón y MVP de liga en Italia, monarca de la Euroliga, cuatro anillos de la NBA junto a San Antonio Spurs, y quizás lo más importante: medalla de oro y MVP en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, liderando una generación espectacular de Argentina donde Manu fue clave en toda la campaña.
Porque Ginóbili llegó a lo más alto del baloncesto gracias su trabajo. Lo cuenta él mismo y lo refrendan algunos de sus compañeros en las selecciones que integró en todos estos años: usualmente ignorado en su natal Argentina, el delgado escolta nacido en Bahía Blanca comenzó a ser reconocido por su juego recién cuando empezó a brillar en Italia.
De ahí en más, la historia es tan conocida como emocionante: escogido con la selección 57 del Draft de 1999 por los Spurs, llegó hasta la NBA recién tres años después, luego de consagrarse en la liga italiana y en la Euroliga y de demostrar que los texanos supieron ver lo que nadie en Ginóbili.
En San Antonio fue titular sólo en un tercio de los partidos que disputó, pero eso no fue impedimento para dejar una huella imborrable en la liga más importante del baloncesto mundial. Integrante del quinteto de novatos en la temporada 2002-2003, desde su debut hizo gala de las jugadas al límite, los pases imposibles y las fintas en carrera que en Estados Unidos llaman “Eurostep”.
Testimonio de su calidad: Gregg Popovich, el riguroso coach de los Spurs, debió llegar a un acuerdo con el trasandino ante su inclinación por buscar el dribleo exuberante y las asistencias sin mirar. Riesgos innecesarios para Pop, parte de la diversión para Ginóbili, sólo el talento del escolta logró que su entrenador aceptara la utilidad de los lujos puestos al servicio del equipo.
El jugador que se retira es uno de los mejores latinoamericanos en toda la historia del deporte, y uno de los mejores extranjeros que ha pasado por la NBA, con una carrera destacadísima y que más temprano que tarde lo llevará al Salón de la Fama.
Pero el baloncesto pierde a uno de sus imprescindibles: un tipo alabado dentro y fuera de la cancha, respetado por compañeros y rivales, y que ha llevado con orgullo e inteligencia el mote de referente en su equipo, en su selección, y fundamentalmente en su país. En su retiro, sólo podemos atesorar, aplaudir y agradecer todos los momentos que Manu Ginóbili nos regaló. Aunque siempre quedarán las ganas de haberlo visto en cancha un poco más.