Sigur Rós tuvo un cálido y prolijo debut en Chile

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Autor: Cooperativa.cl

Los islandeses se presentaron el Movistar Arena este viernes.

10 mil chilenos disfrutaron del espectáculo que se extendió por dos horas.

Sigur Rós tuvo un cálido y prolijo debut en Chile
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21:15 horas. Un cuarto de hora más de espera dio igual. Se había esperado mucho tiempo para que Sigur Rós llegara a Chile y eso finalmente se cumplió la noche de este viernes, ante el fervor de un Movistar Arena repleto.

Más de dos décadas tuvieron que pasar para que Jón Þór "Jónsi" Birgisson deslizara en territorio chileno el arco de cello por su guitarra y emitiera así esa característica sonoridad de la banda islandesa, iniciando toda una ceremonia con sus fanáticos.

"Á", "Ekki Múkk" y "Glósóli".

La temperatura no tardó en alzarse y tampoco la marihuana en quemarse, para sumar un elemento más al ambiente de relajo que se vivía.

Todo conspiró a favor de una atmósfera íntima a pesar de la masividad de la convocatoria, con una iluminación cuidada para jugar con contra luces y siluetas de los músicos; además de espectros de humo y flashes dictados por las pulsaciones de los temas.

Tras las distintas ovaciones para la banda, hasta los silencios entre canción y canción eran apreciados, porque eran el aviso de que una nueva melodía llegaría para conmover a los presentes.

"E-Bow", "Dauðalagið" y "Fljótavík".

Ahí esta la clave de lo presenciado en el recinto del Parque O'Higgins: un ambiente de emociones impulsado por el bajo de Georg Hólm y los ritmos impuestos por la batería y los teclados de Orri Páll Dýrason.

Pero sin duda fue el falsette de "Jónsi" el que impuso una vez más el sello de la presentación. Una voz que no es sólo para los discos, en vivo cobra una dimensión gigantesca, sin perder la potencia o fallar en los puntos más altos de sus agudos.

"Niður", "Óveður" y "Sæglópur".

Pasó algo extraño para estos días: la música como absoluto protagonista. A diferencia de lo que pasa en otros espectáculos en que la pirotecnia circundante devora lo realmente importante de la jornada, perturbando el equilibrio del show en vivo.

Bueno fue que las pantallas realmente funcionaran como un complemento ante lo que los músicos ofrecieron. No fueron más que las melodías. Sólo alimentaron la atmósfera que ya estaba consolidada por ellas, aportando paisajes surrealistas, formas imposibles, sustancias curiosas, rostros que se desdibujaban.

Todo en colores de alto contraste, variados y que coqueteaban con lo sicodélico.

"Ný Batterí", "Vaka" y "Festival".

Lamentablemente es un espectáculo que no da mucho pie para interacciones con el público, hacer eso sería rasgar la vibra que teje toda la presentación. Sus pautas están cálida y precisamente calculadas, todo opera en el marco de la prolijidad.

Sólo hubo una intervención, durante la que "Jónsi" se expresó en islandés, en lo que pareció ser una suerte de agradecimiento. Pero reinaron las caras de duda entre los fanáticos, ya que poco y nada habían entendido de sus palabras.

Ante eso, no quedó más que plegarse con la decisión de presenciar un show solamente para contemplar, sin interrumpir más que con los merecidos aplausos para los tres músicos.

Por lo menos, los 10 mil chilenos que presenciaron este debut de Sigur Rós, a más de 12 mil kilómetros de su tierra natal, fueron lo suficientemente respetuosos para plegarse con la propuesta.

"Kveikur", "Varða" y "Popplagið".

Dos horas más tarde, Sigur Rós concluyó su viaje con un bis. Pero el público no los dejó partir de inmediato, los alabaron con una ovación que se extendió fácilmente por 6 o 7 minutos. De hecho, los músicos tuvieron que volver dos veces al escenario antes de que los vítores por el espectáculo perfecto que habían entregado concluyeran. Y en la pantalla finalmente se leyó la retribución de los artistas al público: simplemente "Takk" ("Gracias" en islandés).

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