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El amor de una chilena y un sudafricano post apartheid

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Autor: Cooperativa.cl

Hace sólo 20 años estaban prohibidas las relaciones interraciales en ese país.

El periodista Mpho Lakaje, casado con Daniela Casetti-Bowen, explica los cambios culturales vividos durante los últimos años.

El amor de una chilena y un sudafricano post apartheid
 Mpho Lakaje

Mpho Lakaje, su esposa chilena, Daniela, y su hijo Mpho: "Decían que los niños de raza mixta siempre tenían una crianza dura porque no tenían una identidad", recuerda.

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Durante el apartheid las relaciones interraciales estaban prohibidas en Sudáfrica. A 20 años de los primeros comicios en los que se aplicó el derecho al sufragio universal y que dieron fin al gobierno liderado por la minoría blanca ¿qué tanto ha cambiado la realidad del país?

El periodista sudafricano Mpho Lakaje, quien está casado con la chilena Daniela Casetti-Bowen, reflexiona sobre el tema:

Cuando comencé a salir con la mujer con la que me casaría, muchos de mis amigos, tanto blancos como negros, y algunos de sus familiares estaban unidos en su oposición a nuestra relación.

Algunos miembros de la familia de Daniela no estaban nada entusiasmados. Uno de los ellos incluso me negó la entrada a su casa.

Ellos le dijeron que yo "no era lo suficientemente bueno para ella".

Mis amigos de Soweto también se oponían.

Uno de mis amigos de la infancia, Muzi, me dijo varias veces que él nunca saldría con una persona que no fuera zulu. Ni hablar de una persona que no fuera negra.

Cuando vio por primera vez a mi novia blanca, la realidad de vivir en un país que buscaba superar las divisiones raciales del apartheid finalmente lo sacudió.

Política

Afortunadamente, la mayoría de los integrantes de mi familia, incluyendo mis abuelos, quienes habían experimentado la brutalidad del apartheid y el racismo de primera mano, me sorprendieron al acoger a la que sería mi esposa.

Nací en Soweto, la famosa localidad de Johannesburgo donde vivió Nelson Mandela.

Provengo de una familia de luchadores por la libertad y desde muy pequeño aprendí sobre prominentes líderes antiapartheid como Oliver Tambo, Solomon Mahlangu y Anton Lembede.

Durante toda mi vida fui adoctrinado con la idea de que crecería, me iría al exilio en el sur del continente y regresaría a mi país para combatir a los blancos.

La primera vez que vi un AK47 en la habitación de mi tío, mis creencias políticas se intensificaron.

El mismo mes que Mandela salió de prisión (febrero de 1990), celebré mi cumpleaños número 10.

El efecto Mandela

Recuerdo vívidamente cómo algunas personas en mi comunidad pensaban que había llegado el momento para que los luchadores por la libertad que estaban exiliados regresaran a casa y sacaran a los blancos de Sudáfrica.

Pero el tono de mi familia cambió gradualmente a medida de que se acercaban las primeras elecciones democráticas en Sudáfrica, celebradas en 1994.

Los mayores en casa empezaron a ayudar a los más jóvenes a comprender el concepto del perdón y la reconciliación que profesaba Mandela. Al mismo tiempo, hubo lecciones profundas que gradual y drásticamente cambiaron mis propias opiniones.

Cuando fui a la universidad a estudiar periodismo, entré en contacto con estudiantes de diferentes partes del mundo.

Vivía en un ambiente cosmopolita.

Como un veinteañero, me relacioné con chicas cuyos orígenes eran diferentes al mío. En años posteriores, me dejó de importar si la persona era blanca sudafricana, portuguesa o angoleña.

Sin embargo, muchos de mis amigos negros no podían entender la lógica detrás de compartir y salir con personas que hablaban idiomas que no podíamos entender. Personalmente, yo estaba fascinado de conocer un mundo distinto al mío.

Como consecuencia, tenía un deseo ardiente por viajar.

Felizmente para mí, muchos de mis sueños se hicieron realidad. Me convertí en un periodista y me uní al Servicio Mundial de la BBC, donde se me dio la oportunidad de ver el mundo.

Cambio de actitudes

En 2007, conocí a Daniela Casetti-Bowen, quien había venido de Chile a estudiar turismo en Sudáfrica.

Nos hicimos amigos y después empezamos a salir. Dos años después, en contra de la voluntad de su familia, comenzamos a vivir juntos.

El tío de Daniela, quien llegó a Sudáfrica a inicios de los años 80, era extremadamente escéptico sobre nuestra relación. Me negó la entrada a su casa. Los amigos blancos sudafricanos de Daniela también le advirtieron sobre salir con un negro de Soweto.

Daniela y yo tuvimos conscientemente decidimos no tomar en cuenta a aquellos que se oponían a nuestra relación. La mayoría de mis parientes me dijeron que a ellos nos les importaba si mi pareja era blanca o negra, sudafricana o no.

Al tiempo de que estaba un poco impresionado con su flexibilidad y apertura frente a mi relación, vi sus acciones como una demostración de su compromiso auténtico con el sueño de Mandela por una Nación Arcoiris.

Pero después de la luna de miel, la realidad nos golpeó y empezamos a experimentar los desafíos que vienen cuando se está en una relación interracial.

Hijos

Algunos de los familiares de Daniela nos desalentaron de iniciar una familia.

Decían que los niños de raza mixta siempre tenían una crianza dura porque no tenían una identidad.

Una vez más, ignoramos sus consejos y tuvimos nuestro bebé, Mpho Jr.

Interesantemente, mi relación con la familia de Daniela ha mejorado tremendamente en los últimos años.

Sin embargo, los problemas del lado de mis parientes se iniciaron cuando surgieron cuestionamientos sobre la "falta de compromiso" de Daniela con nuestras tradiciones.

Daniela y yo acordamos que la cultura evoluciona y que por lo tanto seguiríamos solo lo que era práctico.

Pero algunos miembros de mi familia se mantuvieron totalmente contrarios a nuestra visión.

Por ejemplo, poco después de que nuestro hijo nació, se suponía que Daniela tenía que pasar 10 días en la casa de mi madre con el bebé. Pero para nosotros, no era práctico.

No obstante, hay muchas cosas que Daniela ha hecho. Por ejemplo, mi familia insistió en afeitarle la cabeza a nuestro hijo a los tres meses, lo cual contrariaba la creencia de mi esposa que eso se debería hacer inmediatamente después del nacimiento.

Pero mi sensación es que Daniela y yo lo hemos tenido fácil si comparamos lo que han vivido otros amigos en relaciones interraciales.

Bevin van Rooyen es un hombre de raza mixta nacido en Johannesburgo. Conoció a su novia, Jacqueline Louw, una blanca sudafricana, cuando estudiaban en el colegio de artes de esa ciudad.

Nacido en 1984, Bevin, como yo, no experimentó tanto racismo cuando crecía porque Sudáfrica ya había empezado a cambiar.

"Solo empecé a experimentar racismo cuando conocí a la familia de Jacqueline", Bevin me cuenta. "Estaba completamente impactado. No sabía lo que estaba pasando".

Mientras los padres de Bevin acogieron a su pareja como parte de la familia, los de Jacqueline no aceptaron a su novio.

"Desde el principio, no ser blanco fue un problema. No era bienvenido en la casa. Su papá tenía problemas con eso", Bevin recuerda.

Cuando empezaron a salir, la pareja mantuvo la relación secreta a los ojos de la familia de Jacqueline.

"Cuando la descubrieron, la echaron de la casa y se tuvo que mudar conmigo y mis amigos".

"Clasificación racial"

Otro amigo, Jake Scott, llegó al país en 2009. Hoy, es ciudadano sudafricano.

Nació y creció en West Virginia en Estados Unidos. Su madre es blanca y su padre es afroestadounidense.

La esposa de Jake, Mandi, es negra y de Soweto. La mayoría de los días, Jake los pasa en el barrio de Diepsloot, donde dirige una organización que introduce a los jóvenes al teatro, los deportes y la música.

"Algunas veces se refieren a mi como blanco. Hay momentos en los que digo: 'Espere un segundo, yo soy negro'", indica Jake.

Asegura que reciben "miradas" cuando caminan por el centro comercial con su esposa, pero es algo que no le preocupa mucho.

"La clasificación racial está muy grabada", me dice. "Está en la psique de los sudafricanos".

Como sudafricanos todavía tenemos un largo camino que recorrer antes de aceptarnos plenamente. Me considero afortunado por ser educado y liberal.

Pero la realidad es que tengo muchos amigos, negros y blancos, quienes aún no están listos para vivir en una sociedad sin divisiones raciales. Sin embargo, me mantengo optimista.

Definitivamente, mi país no está donde se encontraba hace 20 años. Hemos progresado.

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