El papa abraza uno a uno a cientos de enfermos que peregrinan a Lourdes
Señaló que los enfermos y desvalidos no sólo debían ser "destino de solidaridad".
Dio consuelo a los enfermos que asistieron al Aula Paolo VI del Vaticano.
FOTOS: El encuentro del Papa con los enfermos
El papa Francisco saludó y abrazó este sábado durante más de una hora uno a uno a todos los enfermos que abarrotaron el Aula Paolo VI y tuvo una caricia, una palabra o un beso para cada uno de ellos, la mayoría en silla de ruedas.
El pontífice argentino se reunió con numerosos enfermos y con miembros de la Unión Nacional Italiana del transporte por enfermedad a Lourdes y santuarios internacionales (Unitalsi, en sus siglas en italiano) en el aula Paolo VI del Vaticano, con ocasión del 110 aniversario del nacimiento de la asociación.
Francisco sin inmutarse recorrió cada fila del Aula Paolo VI y saludó uno a uno a todos los enfermos, la mayoría de ellos en silla de ruedas, que lo abrazaron -algunos se aferraron a él con fuerza-, besaron y a los más graves les colocó sus manos en la cabeza durante un rato.
Ante el regocijo general y en un clima de emoción con muchas lágrimas, el papa, de 76 años, tuvo para todos, una caricia, una palabra o un beso, que reconfortó a los enfermos, voluntarios, monjas y peregrinos asistentes a la inmensa aula vaticana.
En su discurso dijo a los enfermos que no se avergüencen de ser "un tesoro precioso para la Iglesia" y que no se consideren solo un objeto de solidaridad y de caridad, sino que deben sentirse parte de pleno derecho de la acción apostólica.
Integración para los enfermos
Para favorecer la real integración de los enfermos en la comunidad cristiana y suscitar en ellos un fuerte sentido de pertenencia, es necesaria una pastoral que les incluya en las parroquias y asociaciones, refirió.
Se trata de valorar la presencia y el testimonio de las personas frágiles y dolientes "no sólo como destinatarias de solidaridad y caridad, sino como seres integrados de pleno derecho en la vida y en la misión de la Iglesia", aseveró.
Vuestra presencia "silenciosa pero más elocuente que tantas palabras, vuestra oración, la oferta cotidiana de vuestro sufrimiento en unión a aquella de Jesús crucificado para la salvación de mundo, y la aceptación paciente y también alegre de la vuestra condición son una respuesta espiritual, un patrimonio de cada comunidad cristiana", concluyó el papa.