Con emoción y recogimiento, el mundo despidió a Juan Pablo II

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Autor: Cooperativa.cl

La congoja inundó el Vaticano durante los funerales del Santo Padre, quien fue ovacionado en una expresión de cariño que unió a mandatarios, religiosos y anónimos fieles venidos desde innumerables naciones.

El fallecido Papa Juan Pablo II fue despedido este viernes en la Plaza de San Pedro en la ceremonia fúnebre más imponente que recuerde el mundo moderno, y que sólo puede ser definida con una palabra: emoción.

 

Sin importar la relevancia de los asistentes, la consternación inundó cada uno de los cientos de miles de rostros presentes en la explanada vaticana cuando los 12 "sedarios" -miembros de la Guardia Suiza- que transportaron el ataúd de Karol Wojtyla salieron desde la Basílica de San Pedro hasta la plaza, donde se instaló un monumental altar, a eso de las 10:00 de la mañana de Roma (04:00 horas de Chile).

 

El féretro había sido sellado momentos antes al interior del templo, en presencia de algunos cardenales, entre ellos el purpurado chileno Jorge Medina, protodiácono de la Iglesia Católica. En el ataúd, el rostro del Pontífice fue cubierto por un velo blanco.

 

El negro de los trajes de personalidades como el presidente de Estados Unidos, George W. Bush; el rey de Alberto II de Bélgica, el secretario de Naciones Unidas (ONU), Kofi Annan; o los Reyes de España contrastó con el colorido que aportaban las banderas de los fieles reunidos en el lugar.

 

La variedad de tonalidades desapareció cuando se pudo observar el sencillo: era la señal de que la hora de despedir a Wojtyla había llegado irremediablemente.

 

La urna fue colocada frente al altar sólo sobre una pequeña estructura, que en la práctica lo dejó a nivel del suelo. Sobre la caja mortuoria se ubicó un libro son los Evangelios.

 

"In nomine patri" (en el nombre del Padre), cantó en latín el decano del Colegio Cardenalicio, Joseph Ratzinger, al iniciar la solemne misa, cuyo telón de fondo era un tapiz de Cristo resucitado, colgado de la puerta principal de la basílica.

 

Junto a Ratzinger, concelebraron la eucaristía los más de 160 cardenales de la Iglesia Católica presentes en Roma, quienes a partir del lunes 18 de abril iniciarán el cónclave para escoger al nuevo Pontífice.

 

Tras la lectura de versículos del libro de los Hechos de los Apóstoles, la Carta de San Pablo a los Filipenses y del Evangelio de San Juan, en español, inglés y latín, respectivamente, el purpurado alemán comenzó una homilía en la que recordó la vida del Santo Padre.

 

En su texto, Ratzinger señaló que, más allá de cuándo fue ordenado sacerdote, Karol Wojtyla siempre fue un hombre de Dios, que se entregó por completo a difundir la palabra del Señor.

 

A continuación, comenzó la preparación de la comunión, que estuvo marcada por un significativo saludo de paz entre los asistentes a la plaza. Como un espontáneo homenaje al Papa, líderes del mundo que mantienen diversas discrepancias estrecharon sus manos, algo por lo que el desaparecido Pontífice siempre abogó.

 

La hostia llegó no sólo a los invitados más importantes, sino que a una gran cantidad de personas, pues alrededor de 480 sacerdotes se distribuyeron en diversos puntos para entregar el cuerpo de Cristo.

 

A continuación se desarrolló la última etapa pública de las exequias, cuando los cardenales y representantes de las iglesias ortodoxas de oriente rodearon la urna para la "última recomendación y despedida" del Pontífice, que hizo el mismo Ratzinger.

 

El purpurado presidió la aspersión del agua sobre el féretro, rememorando el principal y primer sacramento católico: el bautismo.

 

Minutos después, los cardenales comenzaron a abandonar el altar de la Plaza de San Pedro, señal que anticipó que la eucaristía llegaba a su fin.

 

Los aplausos y los gritos de "¡Santo!, ¡Santo ya!" volvieron a sentirse en el Vaticano y se propagaron con rapidez por todas las plazas de Roma y probablemente el mundo.

 

Cuando faltaban cerca de 20 minutos para la una de la tarde en Roma (06:40 horas de Chile), los "sedarios" volvieron al altar y, tras arrodillarse ante el féretro de Wojtyla, lo tomaron para introducirlo nuevamente a la basílica, con el canto Magnificat -dedicado a la Virgen María- de fondo.

 

Antes de cruzar la "Puerta de Santa Marta", los guardias suizos giraron hacia la plaza e inclinaron el ataúd, a modo de reverencia. Era la última vez que la caja de ciprés que contiene el cuerpo del Papa estaba a la vista del público.

 

Así, comenzaba la última etapa del funeral, a la cual sólo tienen acceso algunos cardenales, encabezados ahora por el camarlengo, el español Eduardo Martínez, y durante la cual el féretro fue introducido en un segunda caja, de metal; la que a su vez es ubicado dentro de una tercera urna, de madera.

 

En las grutas vaticanas, ubicadas bajo el altar mayor de la Basílica de San Pedro, el Pontífice fue finalmente despedido por el selecto grupo de purpurados, quienes confiaron su alma a la misericordia de Dios, para luego sellar la lápida que lleva el nombre de Giovanni Paolo II.

 

Juan Pablo II fue sepultado bajo tierra -como pidió expresamente en su testamento- en el espacio que ocupó la sepultura de Juan XXIII, cuyos restos actualmente están enterrados en una capilla del templo.

 

El "Papa viajero" descansará a pocos metros de la tumba del Apóstol Pedro, al lado de la tumba de Pablo VI y frente a la de su predecesor, Juan Pablo I. (Cooperativa.cl)