Maldita primavera

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Autor: Cooperativa.cl

Nicolás necesita descansar y volver con todo cuando se sienta preparado. Olvidarse de los partidos que perdió este año. Quizá sea la única fórmula para recuperar al Massú de siempre.

Por Rodrigo Hernández desde Miami.

 

Desde que fue el quinto mejor juvenil del mundo en 1997 y hasta las Olimpiadas de Atenas de 2004 la carrera de Nicolás Massú siempre fue en ascenso. En su primer año como profesional se metió entre los 200 mejores, en el segundo rompió la barrera de los 100 y después de consolidarse un par de temporadas entre los 90 primeros obtuvo su primer título en Buenos Aires en 2002. Fue el punto de partida para dos temporadas al más alto nivel y cuyos principales hitos fueron el bicampeonato olímpico y el noveno puesto del ranking ATP al que trepó luego del US Open tres semanas después.

 

En Atenas Massú tocó el cielo y conquistó el mayor logro al que un deportista puede aspirar: una medalla de oro olímpica. Quizá en el tenis sea menos relevante que alcanzar el número uno del mundo, pero es un hito tanto o más importante, por ejemplo, que ganar un Grand Slam. Andre Agassi, campeón de ocho majors y Gastón Gaudio, monarca de Roland Garros en 2004, se lo hicieron saber al viñamarino.

 

El sobreesfuerzo de Massú en Atenas le costó caro, tuvo un 2005 plagado de lesiones y perdió uno de sus capitales más preciados: la velocidad de sus piernas. Pero no renunció y tras una pretemporada a full se propuso en 2006 volver a ser el de sus mejores días. Sin embargo, lo consiguió a medias porque pese a jugar tres finales y ganar en Costa do Sauipe remató el año en el puesto 44 con una sensación al debe en los torneos grandes.

 

Lamentablemente para Massú, el escenario no ha mejorado. Todo lo contrario, los esquivos resultados en Australia e Indian Wells, se extendieron a los campeonatos más pequeños. Y cuando en el papel rindió como en Viña del Mar (finalista) o Acapulco (cuartos de final) su conclusión fue que ganó partidos más por su experiencia que por su buen tenis.

 

La derrota ante Feliciano López este miércoles acá en Miami no hizo más que validar la tendencia. No lo afectó la llegada de la primavera, la lluvia, que suspendió tres veces la jornada inaugural, ni el fuerte viento que azotó Crandon Park, perdió porque sigue sin encontrar las respuestas tenísticas para salir de su atrape.

 

Massú necesita volver a disfrutar en una cancha, a jugar sin ataduras, a ser el gladiador que nos dio grandes alegrías. Nadie le pide que juegue dentro de la pista, haga saque y red o de la noche a la mañana pegue winners de revés paralelo como Davydenko, Djokovic o Murray.

 

"Necesito ganar, si uno pierde más partidos de los que gana lógicamente no se siente bien. Al rendir la confianza viene sola, se está más motivado, es una cadena de buenas sensaciones y cuando se pierde es todo lo contrario. Estoy tratando de ser positivo, ver en qué estoy fallando, pero no es fácil. Hay que tener paciencia", dijo para explicar su actual momento, un diagnóstico que puede ser certero, pero que no profundiza en las razones de su irregularidad.

 

¿Qué está haciendo mal? Tenísticamente, está jugando muy defensivo y, por ende, corriendo más de la cuenta. Pero ese tenis es solo el reflejo de su desconfianza, una desconfianza que nace de la falta de triunfos, de expectativas incumplidas. El número dos de Chile quiere hacer algo importante, un segundo atenazo, pero no logra siquiera dar el primer paso. Y eso lo frustra. Es un círculo vicioso.

 

Este miércoles cuando el partido estaba 0-2 y 30 iguales hubo que suspenderlo a causa de la lluvia. Era un diluvio. Y Feliciano López corrió desaforado a guarecerse… Massú, en cambio, avanzó a paso lento, como ido, como si no le importara estar ahí. Más tarde, cuando vino la reanudación, el viñamarino entró a mil revoluciones y estuvo a una pelota de convertir un 0-4 en 4 iguales, pero un revés ancho lo devolvió a su estado de indolencia.

 

Esta bipolaridad lo está liquidando. Nico necesita descansar, irse los Himalayas y volver con todo cuando se sienta preparado. Olvidarse de la Davis con Rusia y los partidos que perdió este año. Quizá sea la única fórmula para recuperar al Massú de siempre.