Debut a lo campeón

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Autor: Cooperativa.cl

En su estreno en el Masters Series de Miami, Fernando González jugó sólo regular, pero fue lo suficientemente cerebral para quedarse con la victoria frente al sueco Thomas Johansson.

Por Rodrigo Hernández desde Miami

 

Brad Gilbert tuvo su época de gloria como jugador a fines de los ochenta y comienzos de los noventa. De hecho, llegó a ser cuarto del mundo en enero de 1990. Se hizo de un nombre y una suculenta cuenta corriente, pero a diferencia de muchos su fama no se acotó con el retiro porque pronto destacó como entrenador, específicamente, como coach de Andre Agassi. Gilbert, que condujo al Pelado de las Vegas, por ejemplo, al título de Roland Garros en 1999 -con lo que completó los cuatros majors- se dio tiempo para escribir un libro "Winning Ugly" o sea “Ganar jugando feo” que no fue precisamente un éxito de ventas en Estados Unidos, pero sí un texto de gran demanda entre los jugadores. Uno de sus lectores, Marcelo Ríos.

 

En síntesis, el libro postula la validez de ganar sin jugar bien. Y enfatiza que un jugador puede avanzar en el cuadro aunque no esté sintiendo la pelota. Si sus mejores tiros no lo acompañan, igual es capaz de salir airoso con una buena estrategia, usando la cabeza como suele decirse en este deporte. El texto, aplicable a todos los niveles, incluso a los aficionados, retrata fielmente el triunfo de Fernando González ante Thomas Johansson por 7-5 y 6-3 en su estreno acá en Miami. Jugó sólo regular, pero fue lo suficientemente cerebral para quedarse con la victoria.

 

El Grandstand, escenario del match, estaba a ratos injugable. El viento se filtraba por todos lados y cuando los jugadores tiraban arriba la pelota para el saque o cuando venía del otro lado de la red cambiaba el curso natural de la bola. Soplaba a más de 30 kilómetros por hora y les sacaba de quicio. En un momento Larry Stefanki, viejo zorro, aprovechó que el juez de silla estaba distraído y le dijo a Fernando: "primero mete la pelota en la cancha". Muy certero.

 

González, buen discípulo, graduó sus tiros, ajustó el slice, y encontró la veta para superar a un Johansson que iba lanzado en velocidad por el primer set. Cuando el sueco sacó 5-4 por el primer capítulo, le quebró en 15 y después ganó con autoridad su servicio. Enseguida tuvo la dureza psicológica para volver a romper, pese a que el europeo levantó seis puntos de sets. En el segundo parcial, ya más suelto, giró a cuenta de un nuevo quiebre de servicio para avanzar a tercera vuelta.

 

En un partido de estas características es imposible quedar ciento por ciento satisfecho. Quién no va a cometer errores no forzados o sacar bien con semejante viento. Pero lo importante para el número cinco del mundo, además del resultado, es que volvió a volcar a su favor encuentro de trámite equilibrado. Otro signo de madurez del González que nos viene deslumbrando desde el último trimestre del año pasado.

 

Como no hay mejor aliciente que una victoria, el número uno del mundo cruzó Crandon Boulevard, la avenida que pasa fuera del estadio, y se fue a jugar béisbol con Stefanki, un reputado coach de este deporte a nivel colegial. Nunca antes había agarrado un bate, pero el primer golpe fue a dar a la calle, el segundo a 30 yardas de la base y el tercero directo a la canilla de Larry, que todavía se está sobando. “Tienes que girar primero la cadera y después meter el hombro”, le dijo el ahora doble técnico.

 

Cuando invirtieron los roles, quedó demostrado que González rendía mejor con el bate, de pitcher no fue capaz de ponerle curva a la bola y Stefanki hizo lo que quiso. Una humorada, en todo caso, para su programa sabatino en TVN.

 

Fernando se siente a sus anchas en Miami. Vivió aquí cuando junior y la familia sigue teniendo un departamento donde reside su hermana mayor y sus padres vienen con frecuencia, especialmente el papá por asuntos de negocios. Aunque este año el número uno de Chile decidió hospedarse en el hotel Mandarín Oriental, un cinco estrellas fantástico que se inauguró hace pocos meses en el downtown, está en casa, junto a los suyos y en un torneo donde las condiciones le favorecen. Si en 2004 rozó la final con Roger Federer, por qué no ser optimistas y pensar que este año González puede alcanzar la gloria –y, de paso, el tercer puesto del ranking- en Key Biscayne.