Plaga de sapos mutantes se propaga en Australia
Tienen ojos y extremidades distintas de lo normal en la especie.
Científicos indagan la causa o causas que expliquen el alto índice de transformaciones.
Una plaga de sapos mutantes, con más ojos y extremidades de lo normal en la especie, o al revés, se propaga por el noreste de Australia favorecida por las recientes riadas que han creado las condiciones idóneas para su reproducción.
Los trastornos se notan sobre todo en Gladstone, a 550 kilómetros al norte de Brisbane, la capital del estado de Queensland. En apenas una hora, voluntarios de una investigación ambiental reconocieron y catalogaron unos 500 ejemplares de sapo de caña (Rhinella marina), muchos de los cuales presentaban las citadas transformaciones.
El ecotoxicólogo Scott Wilson, de la Universidad Central de Queensland, dijo a la cadena ABC que los científicos indagan la causa o causas que expliquen el alto índice de transformaciones detectadas en esta ciudad que aloja una poderosa central eléctrica de carbón, que emite gases contaminantes, dos refinerías de aluminio y una floreciente industria de gas natural licuado: "Estamos en pleno proceso de determinar cuáles son las causas, ya sea por la presencia de químicos en el agua u otro tipo de contaminantes o cambios en la salinidad del agua o la proliferación de parásitos".
El "Rhinella marina" fue introducido en Australia en 1935 para combatir una plaga de escarabajos en las plantaciones de caña de azúcar del estado de Queensland y se multiplicó sin control por casi todo el país dado que el veneno de su piel mata a los depredadores nativos.
La población del también llamado sapo neotropical gigante, incluido en la lista de las 100 especies exóticas invasoras más dañinas del mundo de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, crece con mucha rapidez porque una hembra puede llegar a poner unos 30.000 huevos cada vez.
Plagas de sapo de caña han causado estragos en Hawai (Estados Unidos), Filipinas, Papúa Nueva Guinea y otras islas del Pacífico.
Tal es la toxicidad de su piel que en algunas zonas de Australia un 95 por ciento de la población de los animales que tratan de comérselos, como cocodrilos, iguanas y los gatos nativos o quolls, mueren.