Los indignados siguen su camino ya sin el Papa en Brasil
Enviado especial de Cooperativa marchó junto a manifestantes en Río de Janeiro.
Afirmaron que no tienen nada contra el papa, sino que luchan por sus derechos.
La marcha avanzó pacíficamente por las calles de Río.
La visita del papa Francisco a Brasil estuvo marcada por las multitudinarias manifestaciones de felicidad de los peregrinos que participaron en la Jornada Mundial de la Juventud. Pero fuera de estas actividades no cambió el panorama por la presencia del pontífice: los indignados mantuvieron sus protestas contra las autoridades locales.
El enviado especial de Cooperativa, Patricio Chacur, acompañó a los descontentos en una de sus múltiples marchas para mostrar cómo se viven en el gigante sudamericano las protestas que se desataron durante la Copa Confederaciones, persistieron en la visita del papa y amenazan con extenderse hasta el Mundial de fútbol de 2014.
Sebastián Salinas, un brasileño hijo de chilenos, fue uno de los que participó en una marcha iniciada en el sector de Nuestra Señora de Copacabana. Son unas 500 personas de entre 20 y 30 años. Algunos encapuchados o con máscaras; la mayoría con el rostro descubierto.
Acusan al gobernador de Río de Janeiro, Sergio Cabral, de ser corrupto, exigen su salida, cambiar constitución y reclaman porque se gastan millones de reales en megaeventos deportivos o religiosos y no en salud o educación.
"Nuestro gobierno está malo, muy malo, y queremos que salga. Nada que ver con el papa esto es por nuestros derechos. Nuestra constitución no funciona, se necesita reformular nuestra constitución. Ellos deben apoyar a la gente y no reprimirla", dice uno de los manifestantes.
Apoyos y bailes
Al llegar al palacio Guanabara el ruido es ensordecedor. La marcha avanza entre gritos y algunos comerciantes bajan sus cortinas, asustados. Los manifestantes les piden tranquilidad y les garantizan que no habrá violencia. Vecinos apoyan el movimiento con cacerolazos.
Dicen que aunque las demandas son internas de Brasil, la Copa Confederaciones y la Jornada Mundial de la Juventud han sido buenas oportunidades para divulgar sus demandas al mundo.
Al llegar al barrio bohemio de Lapa, los manifestantes se pasean por calles entre bares y restaurantes, entre turistas que miran con curiosidad.
Los brasileños presentes se suman a las protestas y siguen el camino hasta desembocar en los Cercos de Lapa, junto al viejo acueducto. Ahí peregrinos participan del Festival Aleluya. Algunos se asustan, pero los manifestantes se unieron a la celebración y se pusieron a bailar, enmascarados, encapuchados y sin violencia. Así termina la protesta que se repetirá todas las semanas.