China intenta rescatar del olvido su sufrido papel en la II Guerra Mundial
El país asiático recuerda esta semana con un desfile militar el 70 aniversario del fin de su conflicto contra Japón.
Aproximadamente 20 de los 60 millones de fallecidos en el peor conflicto armado de la Humanidad fueron chinos.
China recuerda esta semana con un desfile militar el 70 aniversario del fin de su conflicto contra Japón, uno de los frentes de la II Guerra Mundial más olvidados por la Historia, pese a que el número de muertes y la crueldad de los crímenes de guerra fueron comparables a los sufridos en Europa.
Aproximadamente 20 de los 60 millones de fallecidos en el peor conflicto armado de la Humanidad fueron chinos, en su mayoría civiles, víctimas de una guerra que comenzó en 1937, dos años antes de que Alemania invadiera Polonia, por lo que los chinos se consideran los precursores en esa batalla global contra el fascismo.
"La importancia de China en la guerra ha sido ignorada por Occidente durante 70 años. Debido a la Guerra Fría, el país se ha convertido en un aliado olvidado", lamentó uno de los principales historiadores del conflicto, Hu Dekun, en un reciente artículo.
Los chinos lucharon prácticamente solos contra los invasores nipones entre 1937 y 1941, año en el que el bombardeo nipón de Pearl Harbour propició la entrada de EEUU en el frente del Pacífico y desequilibró la balanza.
El suceso que inició la guerra fue un tiroteo fortuito entre soldados chinos y japoneses en el Puente de Marco Polo, a las afueras de Pekín, en julio de 1937, lo que desencadenó días después la ocupación de la antigua capital imperial china por parte de las tropas niponas.
Desde entonces, y durante los cuatro años posteriores, una débil China que arrastraba ya un siglo de decadencia hizo frente a un moderno ejército japonés que pensó erróneamente en conquistar el antiguo imperio rival en tres meses.
El Gobierno chino del Kuomintang (Partido Nacionalista) y los comunistas de Mao Zedong, aun enfrentados entre sí, asumieron la lucha con estrategias inesperadas para Tokio: los primeros, abriendo múltiples pequeños frentes, y los segundos mediante la guerra de guerrillas.
La guerra vivió grandes enfrentamientos luego apenas recordados por el cine bélico de Hollywood, como la Batalla de Shanghái, en la que las fuerzas chinas de Chiang Kai-shek intentaron sin éxito tomar la concesión japonesa en esa ciudad durante casi cuatro meses de encarnizada lucha, entre agosto y noviembre de 1937.
También se ha olvidado fuera de China la sangrienta conquista por parte de los japoneses de la entonces capital, Nankín, que fue escenario de algunos de los peores crímenes de guerra cometidos por el Eje.
Entre diciembre de 1937 y enero de 1938, fueron masacradas allí más de 300.000 personas, en su mayoría civiles, durante seis semanas de saqueos irracionales en una ciudad que los japoneses ya habían conquistado.
Estos crímenes fueron confirmados por europeos que se quedaron en la ciudad e intentaron salvar a civiles chinos, como el diplomático nazi John Rabe, un "Schindler oriental" que mostró en sus diarios el horror de aquellos meses.
Unas 20.000 mujeres de la ciudad fueron violadas, según el Tribunal Militar para el Lejano Oriente, y muchas de ellas fueron a después asesinadas a bayonetazos.
Otro oscuro episodio de la guerra fue la experimentación con armas biológicas y bacteriológicas en la Unidad 731, un laboratorio los japoneses mantuvieron entre 1935 y 1945 en la ciudad nororiental china de Harbin.
Allí un número aún no comprobado de civiles chinos -algunos historiadores hablan hasta de 250.000- fueron sometidos a atrocidades comparables a las que el doctor Josef Mengele condujo en los campos de concentración nazis.
Los prisioneros de aquel laboratorio, entre los que había embarazadas y niños, eran inoculados con sífilis, cólera o gonorrea para buscar curas a enfermedades que hacían estragos entre los soldados japoneses, y se les viviseccionaba para ver los efectos de los virus en cuerpos aún vivos.
También se probaba con ellos nuevas granadas o lanzallamas, o se les colocaba a la intemperie con temperaturas de hasta 40 grados bajo cero, para probar la resistencia humana al frío, ante una planeada invasión japonesa de Siberia que nunca se produjo.
Los responsables de esta Unidad 731 no fueron castigados por los tribunales internacionales de guerra, ya que EEUU pactó con ellos una amnistía a cambio de que la información de estos experimentos pasara a manos estadounidenses.
Otro recuerdo doloroso para China es el de las "mujeres de confort", encerradas y forzadas a la prostitución para mantener la moral alta de las tropas japonesas.
Se calcula que hasta 410.000 sufrieron esta forma de esclavitud, no sólo en China sino también en Corea, Indochina o Filipinas, y tres cuartas partes murieron.
"Muchas víctimas de la guerra, como estas mujeres, siguen buscando justicia, y ciertos sectores del Gobierno japonés y su sociedad han intentado borrar esa historia", explicó a Efe el investigador William Nee, de Amnistía Internacional.