La columna de Pelotazo: Ineptos, iluminados y delincuentes
Siguen pasando los partidos, los campeonatos, los años y el deporte que más queremos sigue destruyéndose por culpa de tres grupos de personas.
Antes del comienzo del Superclásico 181 entre Universidad de Chile y Colo Colo tuve un flashback de los años '90. Fue con la salida del equipo azul y el recibimiento de su barra. Humo de color, papel, petardos. Un lindo espectáculo para presenciar.
Sin embargo, pudo ser mejor. De hecho para que el recuerdo noventero fuera exacto faltaba el recibimiento de los hinchas "albos". Eso se puede ver en el Monumental cuando el "Cacique" es local, pero ahí falta el del rival. O sea, podemos recordar siempre la mitad. Por ahora.
Por ahora, porque cada vez la autoridad va cercenando lo que fueron los clásicos de antaño. Partidos en la tarde, incluso en la noche se vieron hace veinte años. Ahora se juega al mediodía, en un horario que no es de fútbol. No lo es, no me convencerán de lo contrario. Que se haga no significa que esté bien.
Esta columna la escribo con enojo, con frustración. Porque estoy podrido que la delincuencia no controlada termine por definir todo. Qué es eso de autorizar 2.000 hinchas visitantes. ¿Por qué no pueden convivir hinchas de dos equipos? Es una pregunta más profunda, casi sociológica, pero claramente tiene solución si se aprueban y se ejecutan leyes más duras contra quienes no saben comportarse en una cancha.
Es cierto que el local decide dar pocas entradas a la visita, pero esa práctica comenzó en esta década para evitarse problemas. Porque si fuera tan buena idea seguro se habría aplicado varios años antes.
Alguien me dirá que la idea es evitar la batalla vivida en Valparaíso en 2015 entre hinchas de Santiago Wanderers y "albos", que ni siquiera es clásico. El problema es que esos sujetos con palos y cuchillos fueron llevados por Carabineros y liberados al día siguiente. Esos sujetos debieran ser registrados en un sistema interno y no entrar más a un estadio. Nunca más. Y vamos dejando a la pulpa dentro de una cancha. Sólo los que sepan comportarse. Y ahí por cierto hay barristas. Creer que todos ellos son delincuentes es una injusticia tremenda.
Usar de ejemplo a los clásicos de Europa, donde prácticamente no hay hinchas visitantes es un tremendo error. Y lo es porque allá son suficientes seguidores como para llenar solos un recinto, son abonados y van a todos los partidos. Queda un sector mínimo para los visitantes. Por ende, no es que los obliguen o opten a jugar con pocos forasteros, es que no caben.
Ojalá en Chile fuera así, pero ni siquiera los equipos más populares son capaces de llenar un estadio. Y si no lo hacen, en parte, es porque deben dejar espacios en el recinto para que los hinchas visitantes estén protegidos. Decisiones nefastas que van matando el espectáculo.
La pasada fue una semana triste por lo ocurrido en Brasil con imbéciles que dicen ser seguidores de Universidad de Chile. A tipos que sacan asientos, los tiran y luego cobardemente se meten entre la gente para que no los pillen no se los puede aceptar más en un estadio. La policía local castigó a justos por pecadores y algunos todavía siguen en Sao Paulo sin haber hecho nada.
Un tipo que no sabe comportarse en un estadio en Chile, no puede entrar a uno en el extranjero. Son lacras que dejan mal parado al país. En la medida que haya un registro de delincuentes, deben ser informados a equipos sudamericanos para que tampoco los dejen entrar.
Es la importancia de poner fin a este triste show. El deporte que más queremos, está siendo dominado y destruido por tres tipos de personas: los ineptos que no controlan, ni castigan, los iluminados que prefieren que sus hinchas vean por partidos por CDF porque ganan más dinero y los que destruyen y delinquen en los estadios a vista y paciencia de todos.
Despierten de una vez.