Columna de Aldo Schiappacasse: Las incontrolables hordas rojas

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Autor: Cooperativa.cl

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A ser honesto, poco sabía de los tártaros. Recuerdo vagamente la película de Zurlini, "El desierto de los Tártaros", que deben haber dado en el Normandie en mi época universitaria y que por alguna razón me pareció profundamente deprimente. Era sobre un tipo –"Drogro", investigo- que se iba a una fortaleza que estaba en el límite de una vasta planicie que había que defender de un enemigo inminente, pero invisible, que en algún momento llegaría.

Me entero en Kazán, la pujante capital de la República de Tartaristán, de las nuevas tropelías de los hinchas chilenos, ya célebres por su violencia en distintos lares. Apuñalamiento es una palabra que nuestra traductora Sasha desconocía en el español, pero que tuvo que leer ayer en el diario. Y la "Marea Roja" insultando a Johnny Herrera es de antología, por el video que mandaron ellos mismos a las redes y que han debido explicar en demasiadas oportunidades. Sin que nadie les crea, claro.

He recorrido la zona culinaria buscando un tártaro, obvio, como busqué por una vienesa en Viena, una hamburguesa en Hamburgo, un Berlín en Berlín, un valdiviano en Valdivia y una pizza en Pisa. Pero ya no se estila, parece. Hay referencias a la carne molida (picada, dicen) cocida al limón con especias en los libros de Marco Polo, que se asombraba ante la costumbre de los habitantes de la región por consumir la carne cruda. El huevo arriba aparentemente se hace popular en la novela de Julio Verne "Miguel Strogoff", y es por eso que los franceses comienzan a ofrecer el “filete tártaro” en sus restaurantes.

Prometo que cuando acabe esta larga cobertura pediré uno en el Tip y Tap. Mientras tanto debo resolver por qué la gente de Kazán disfruta tanto de la carne de caballo, si los equinos les provocan tanto orgullo por historia y tradición. Lo comen en el beshbarmak, que viene acompañado de fideos y hay que tomarlos con la mano, aseguran. En el kazilik, que es un embutido con especias y en la famosas echpochmak, unas empanadas que llevan además papas y cebolla.

Especialidades todas que hablan de una región invadida por los descendientes de Genghis Khan, por Iván El Terrible, por los viajeros que unían las tierras nórdicas con el Medio Oriente. Una tierra orgullosa de sus ancestros, de sus tradiciones, de su cultura y su tradición.

Como deberíamos ser todos. Aunque, a veces, uno se abochorne por los especímenes que con el pretexto de la selección y la generación dorada hacen de nómades por todo el mundo llevando su barbarie, su violencia verbal y su incultura.

Hordas les llamaban aquí, porque invadían sin Dios ni Ley. Arrasando con todo.