Columna de Aldo Schiappacasse: El manteo y los nuevos tiempos

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Autor: Cooperativa.cl

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Cuando Vidal y Rodríguez replicaron con calco el travesaño de Pinilla en el minuto 118, ningún chileno pareció estremecerse. El sesgo de fatalidad que nos acompañaba hasta el Mundial de Brasil, que provocó tantos llantos y un tatuaje, ya quedó atrás después de dos finales de Copa América ganadas con tanta justicia como brillo.

En otras condiciones, en otros tiempos, en otras circunstancias, con otra generación de futbolistas, estaríamos escribiendo sobre el VAR, ese experimento que la FIFA empuja con entusiasmo, pero muy malas referencias. Cuando el iraní Fahani se hizo el leso y los tres árbitros del video demostraron su cobardía ante el penal a Silva, el sistema (que bien implementado me sigue pareciendo bueno) dio un paso más hacia su descrédito.

Pudimos quedarnos enredados en la desgracia, en la falta de finiquito del último suplementario, en el agotamiento de un equipo sin recambio. Portugal nos pudo pasar la aplanadora de un plantel generoso y compacto. Incluso, para los más pesimistas, pudimos instalar la leyenda de que a la FIFA le interesaba tener a Cristiano Ronaldo en la final, por el Balón de Oro y esas cosas con las que solíamos adornar nuestras teorías conspiratorias.

Como sabemos, todo ha cambiado. Incluido un saludable intercambio de heroísmos en este grupo. Un día es Vidal, el otro Sánchez. En semifinales, nos reencontramos -sorpresivamente porque se dudaba que jugara incluso- con el Príncipe Aránguiz y, por sobre todos, con un Claudio Bravo que tiró sobre la mesa la jineta de capitán, que había quedado enredada, como otras veces antes, en conflictos que el elixir del éxito se encarga de atemperar.

Por si se nos ha olvidado, la selección juega sin haber llegado a un acuerdo por los premios. Y con el fallo del TAS sobre los puntos contra Bolivia blandiendo sobre su cabeza. Pero nada de eso importa cuando la llamada de la historia llega poderosa.

Por tercer año consecutivo la Roja está instalada a las puertas de la gloria, y el trago promete ser contundente después de un siglo de sequías y carencias, con un torneo interno tan escuálido y un país tan necesitado de gestos de unidad.

El manteo a Bravo será un nuevo símbolo de la generosidad de este grupo que intercambia a sus superhéroes, como Los Vengadores o La Liga de la Justicia, para estar a tono con los tiempos y una generación de hinchas pequeños -los millennials- que ya se habituó a vivir los nuevos tiempos.