Lula, auge y caída del "hijo de Brasil"
¿Cómo es que el ex presidente brasileño, el hombre más amado y odiado de su país, llegó a su inminente ingreso a prisión?
Luiz Inácio Lula da Silva, conocido entre sus simpatizantes como el "hijo de Brasil" y el político más popular del país, puede convertirse este viernes en el primer ex presidente brasileño en ingresar en prisión.
El líder del Partido de los Trabajadores, y el político mejor valorado de Brasil según las encuestas, fue condenado a 12 años por un delito de corrupción y lavado de dinero y el juez Sergio Moro le ha dado un plazo para entregarse a la Policía que expira a las 17:00 hora local de este viernes.
Nacido el 27 octubre de 1945 en Pernambuco, en el empobrecido noreste brasileño, emigró con su madre y sus siete hermanos a Sao Paulo en busca de su padre, un campesino analfabeto y alcohólico que tuvo 22 hijos con dos mujeres y a quien Lula conoció cuando tenía 5 años.
Aprendió a sobrevivir en la calle, como vendedor y limpiabotas, y a los 15 años se hizo tornero y se acercó al movimiento obrero.
En mayor de 1969 se casa con Maria de Lourdes, una trabajadora textil, pero apenas un año después su esposa muere por falta de atención médica durante su embarazo y pierde el hijo que esperaban.
Cinco años más tarde, en 1974, se casa con Marisa Letícia Rocco, madre de sus tres hijos.
En 1975 llegó a presidir el poderoso Sindicato Metalúrgico. Durante cinco años, lidera las grandes huelgas en los suburbios industriales de Sao Paulo, en plena dictadura militar (1964-1985).
Se unió a los políticos de izquierda y el 10 de febrero de 1980 cofunda el Partido de los Trabajadores (PT) de orientación socialista y se convierte en su primer presidente y el 19 abril de 1980 es encarcelado durante un mes por sus actividades sindicales.
Presidente en su cuarto intento
Tras una carrera meteórica y tres intentos fallidos (1990, 1994, 1998), Lula se hizo con el bastón presidencial en 2002. Para entonces, poco quedaba del barbudo sindicalista que arengaba a las masas. Más conciliador y moderado, el "Lulinha" presidente se dejaba vestir por modistos internacionales y se mostraba con personajes de vanguardia.
En ocho años de gestión, sacó de la pobreza a 28 millones de personas y lideró una "revolución" pacífica que situó a Brasil entre los protagonistas de la agenda mundial.
Pero el romance comenzó a truncarse en 2005, con los primeros escándalos de corrupción del Partido de los Trabajadores.
"Nadie tiene más autoridad moral y ética que yo para transformar la lucha contra la corrupción en bandera, en práctica cotidiana", afirmó en 2005, tras el "mensalao".
La "tormenta perfecta"
Buscó alianzas para la reelección y, con una popularidad del 87 por ciento al final de su gestión, eligió a Dilma Rousseff para continuar el proyecto. Su plan, sin embargo, se vino abajo por una "tormenta perfecta" que combinó una profunda crisis económica con la escasa popularidad de Rousseff y un pacto de sus antiguos aliados para terminar con la "era PT", en agosto de 2016.
Michel Temer asumió la Presidencia de forma interina mientras el Congreso abre juicio político contra Rousseff y el 31 agosto de 2016 el Congreso la destituye.
El zarpazo aceleró la caída de Lula, cercado por la Justicia en un pacto "casi diabólico" -en palabras del ex presidente- para evitar su vuelta al poder: "Tengo una historia pública conocida. Solo me gana en Brasil Jesucristo", llegó a decir en su defensa, mientras un fiscal se atrevía a calificarle como "el comandante" de la mayor trama de corrupción del país.
La caída
El 14 septiembre de 2016, la Fiscalía acusa a Lula de ser el "comandante máximo" de una red de corrupción y el 20 septiembre de 2016 el juez Moro acepta la denuncia por corrupción pasiva y lavado de dinero. Le acusa de recibir 1,1 millones de dólares en sobornos de la constructora OAS que se habrían materializado en la reforma de un apartamento.
El 16 diciembre de 2016 abren un cuarto proceso contra Lula por tráfico de influencias, lavado de dinero y asociación ilícita. También es acusado de interceder para la adjudicación a la empresa sueca Saab de la licitación de 36 aviones caza. Tres días más tarde, la Justicia acepta la quinta denuncia por corrupción pasiva y lavado de dinero supuestamente por recibir sobornos de la empresa Odebrecht.
El 3 de febrero de 2017 muere su mujer Marisa Letícia Rocco a causa de un derrame cerebral.
El 12 julio de 2017 el juez Moro condena a Lula a 9 años y seis meses por corrupción pasiva y lavado de dinero por la posesión de un apartamento supuestamente recibido a cambio de beneficiar a OAS y el 1 de agosto le imputa en otro proceso por las reformas que constructoras favorecidas por Petrobras realizaron en una casa frecuentada por el expresidente en Atibaia.
En su séptima imputación, el 9 septiembre de 2017, Lula es acusado de recibir sobornos a cambios de prorrogar incentivos fiscales que favorecían a fabricantes de vehículos.
Este año, el 24 de enero pasado, un tribunal de segunda instancia eleva la condena de Lula a 12 años y 1 mes de prisión y determina su encarcelamiento tras agotar los recursos.
Finalmente esta semana, el miércoles 4 de abril de 2018 el Tribunal Supremo rechaza un "habeas corpus" que intenta aplazar el encarcelamiento de Lula y el jueves el juez Moro dicta un auto de prisión inmediata contra el ex presidente.
De esta forma, el hombre más amado -y odiado- de Brasil, el tornero que inspiró a millones con la ilusión de una vida mejor, se despedía esta semana de sus simpatizantes: "No van a encarcelar mis pensamientos, no van a encarcelar mis sueños. Si no me dejan andar, voy a andar con las piernas de ustedes. Si no me dejan hablar, hablaré por su boca".
Hoy, a sus 72 años, debilitado tras la muerte de su segunda esposa, Marisa Leticia, Lula tiene poco que ver con "el líder más influyente del mundo" que ocupaba portadas de Time.