La columna de Aldo Schiappacasse: El enano, el borracho y la carnicería
Revisa la opinión del comentarista de Al Aire Libre tras el clásico del domingo.
No se habían jugado ni tres minutos del clásico cuando Claudio Baeza aplicó una patada feroz a Angelo Araos, lo que derivó en un enfrentamiento insólito entre los dos más experimentados y talentosos volantes chilenos. David Pizarro le dijo "borracho y gorreado" a Jorge Valdivia, quien le replicó que era "un enano", todo sazonado, por cierto, de abundante jerga folclórica.
Zaldivia y Pinilla se pegaron en mala leche, el delantero de la U le propinó una innecesaria patada a Agustín Orión en la nariz y Lorenzo Reyes tuvo que admitir que su entrada sobre Oscar Opazo superó lo razonable. El árbitro Tobar debió expulsar al "Torta" aplicando el mismo criterio que para el resto del partido: sobrevivir con dignidad, porque intentó dejar jugar y los futbolistas actuaron como en una película de zombies. O sea, con violencia inexplicable, como si en la picantería estuvieran la actitud y los huevos a los que siempre invocan para disimular el bajo nivel técnico.
La reiterada superioridad de Colo Colo en este tipo de partidos parece haber sacado de quicio a los azules, al punto que el más mesurado, cuerdo y sensato de sus jugadores, Jean Beausejour, no sólo perdió los estribos, se ganó una expulsión merecida y participó en todas las refriegas, sino que protagonizó uno de los episodios más violentos de que se tenga recuerdo en nuestras canchas, al encararse con Mauricio Pinilla, quien, dicho sea de paso, administra las revoluciones de la U de manera muy poco fina. Sus constantes retos a Yeferson Soteldo ya son una marca registrada del equipo de Hoyos, quien no ha logrado transmitirles espiritualidad.
Johnny Herrera, al final del partido -y en su afán de culpar al árbitro de los errores propios- dio en el clavo al calificar el encuentro como una "carnicería". Porque de hecho lo fue, no sólo en el plano de la violencia, sino del respeto y apego al fair play. Si algo faltaba fue el cartelito burlón en el camarín de los albos (que tienen tejado de vidrio) mofándose de las comparaciones del mismo Hoyos.
La manifiesta superioridad de los albos en la estadística clasiquera se ha convertido en una obsesión para la U, al punto de desaprovechar su indudable mejor momento futbolístico para sucumbir ante un rival en crisis, que parece tener un solo consuelo: ganarle por decreto al archienemigo, cualesquiera sean sus propias circunstancias. Porque, para rematarla, resulta inexplicable que al final del encuentro y saboreando una victoria, nadie pudiera definir si Guede se va, si aplicó una nueva renuncia para presionar al directorio o si está haciendo un nuevo espectáculo unipersonal de aquellos que se le dan tan bien.