La columna de Marcelo Barticciotto: "Chano, no podemos perder otra final"

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Autor: Cooperativa.cl

Revisa el recuerdo del ex ariete de Colo Colo de la obtención de la Copa Libertadores de 1991.

Por Marcelo Pablo Barticciotto Cicaré, @Marcelo_Barti

No me gusta el invierno, menos los días fríos y la lluvia. Pero aquel día no me di cuenta, era invierno, hacía frío y lloviznaba, mi cabeza estaba en otro lado. Había costado dormir en la noche, y las vueltas en la cama no servían de mucho para dejar de pensar. Luchaba porque los pensamientos fueran solo positivos, pero era inevitable que alguno negativo no se cruzara y el más recurrente eran los antecedentes: Nunca nadie en la historia del fútbol chileno había podido ganar una Copa Libertadores, habiendo jugado varias finales.

Llámale maldición, mala suerte, infortunio o como quieran, pero lo cierto es que nadie había podido superar el gran escollo de la final, y haciendo buenos, malos o regulares partidos, se perdía. 

Luego de aquel partido tan recordado frente a Boca Juniors en el Monumental, recuerdo que al llegar al camarín del mismo estadio, lo miré a Lizardo Garrido y le dije: "Chano", no podemos perder otra final.

Le dije no podemos, porque las otras finales perdidas también eran nuestras, de todos nosotros, del fútbol chileno. El "Chano" con toda su experiencia, me tocó la cabeza y, como si le estuviera hablando a su hijo, me dijo 'tranquilo Barti, ésta no se nos escapa'. Su seguridad y su confianza me dieron mucha tranquilidad para lo que venía.

En la semana previa se trabajó de muy buena forma, los entrenamientos estaban llenos de hinchas, que percibían que algo bueno estaba por llegar, nos demorábamos entre 30 a 45 minutos en llegar al camarín. Las fotos y los autógrafos era interminables, pero siempre había disposición para hacerlo. La semana pasó lenta.

Viajamos con mucha ilusión a Asunción, sabíamos que Olimpia (el vigente Campeón) era un rival muy difícil y con experiencia copera. El Estadio Defensores del Chaco era una caldera y la gente se hacía sentir. Nos costó un poco adaptarnos al campo de juego, el inicio fue muy complicado, pero de a poco empezamos a hacer pie y a hacer nuestro juego, nos dimos cuenta porque la gente se empezó a quedar callada. Les habíamos traspasado la ansiedad a ellos. Pudimos haber ganado el partido, terminamos jugando mejor y si bien no festejamos el empate, sabíamos que en el Monumental nos hacíamos fuertes. Jugando como sabíamos y con el apoyo incondicional de nuestra gente, estábamos cerca de lograr la hazaña.

No veíamos la hora en que llegara el día, sabíamos que toda la ansiedad y todos los nervios se acababan después del pitazo inicial.

La noche anterior al partido, aquel 4 de junio de 1991, costó mucho dormir y el pensamiento recurrente era que teníamos que ganar, que no se podía perder otra final, le debíamos una felicidad a la gente, no se nos podía escapar. Fue una noche muy tensa y muy larga.

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Daniel Morón era mi compañero de pieza. Con él nos levantábamos siempre temprano para ir a desayunar, y ese día no fue diferente, se iba acercando la hora del partido y la ansiedad iba en aumento.

Aquel 5 de Junio de 1991 fue un día muy parecido al de hoy, al de este 2018. Un día típico de invierno, gris, frío, y a punto de largarse a llover. Lo único que quería era cerrar los ojos y abrirlos ya en el partido, no aguantaba más la espera.

Almorzamos todos juntos como era costumbre e hicimos una pequeña sobremesa. Se habló de todo menos del partido, creo que todos queríamos evitar entrar en el tema para descomprimir un poco la gran ansiedad que nos albergaba. Cada uno se fue a su habitación para descansar antes de salir para el estadio. Algunos dormían, otros leían, muchos miraban tele y los menos, entre ellos yo, trataban de dormir sin éxito.

Mi compañero de habitación como era habitual, casi sentado en la cama, trataba de resolver sus puzzles, muchas veces tenía que despertar a Morón para que se acostara de buena forma ya que se quedaba dormido, con el lápiz en una mano y su revista en la otra.

Ese día fue distinto, no lo desperté. No quería que se diera cuenta lo que iba a hacer, tenía ganas de expresar lo que sentía en mi corazón en palabras y empecé a escribir la carta que después se hizo tan famosa. Terminé la carta casi al mismo tiempo en que Daniel se despertaba y me preguntaba ¿que estás haciendo? ¿No dormiste?

"No Dani, no pude dormir”, le respondí, pero quiero contarte algo, escribí una carta y quiero mostrárselas a los muchachos, ¿qué hago?  Me dijo: "Están todos con la cabeza en el partido, mejor la pegamos en el pizarrón que está en el camarín y ahí la van leyendo a medida que van llegando". Me pareció bien la idea.

Al llegar al estadio, Daniel pegó la carta y ya empezamos a meternos en el partido. Algunos la leyeron y otros no.

Carlos Caszely que en ese momento trabajaba en una radio, la leyó y quedó tan sorprendido que se la mostró a sus compañeros de trabajo. El partido estaba a punto de comenzar y no había tiempo ni para cartas ni para otras cosas. Ya siendo campeones de la Libertadores, leyeron la carta al aire y causó mucha sorpresa y admiración, no solo en la prensa, sino que en mis compañeros y en cada hincha colocolino.

La carta fue muy sentida, honesta y admirada. El partido lo ganamos de forma justa y contundente, habían muchos nervios en el ambiente y pudimos lograr la ansiada victoria. El camino fue largo y complicado, pero en definitiva se pudo conseguir lo que tanto anhelábamos. La esquiva Copa Libertadores ya estaba entre nosotros. Y ésta no solo era de los jugadores y cuerpo técnico, sino que también para cada chileno a lo largo del país.

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La carta del 5 de junio de 1991:

“Quizás yo sea el menos indicado para decir esto, pero sentía que lo tenía que decir. Puede haber entre nosotros miles de diferencias. El hecho de estar criados en diferentes culturas implica mucho, pero eso es lo de menos. El ser argentino, chileno o yugoslavo es una circunstancia de la vida. No podemos estar todos en un mismo país. Por eso Dios, que es tan sabio, nos repartió.

En este plantel hay muchos que quizás se irán -y Dios quiera que sea para bien-y otros que se van a quedar. Por eso éste es el momento para agradecerles todo lo que hicieron por mí. Lo digo ahora porque hoy vamos a jugar uno de los partidos más importantes de nuestras carreras. No porque va a ser la final de la Copa, ni mirado desde el punto de vista profesional ni económico, que en este caso es lo de menos porque podremos tener partidos más importantes que éste. Pero pongámonos a pensar si vamos a tener otra vez en la vida un grupo más importante que éste. Con tantas buenas personas, humildes, con gran corazón a pesar de lo que son y de lo que significan para la gente.

Hoy es el día para demostrarnos si nos queremos y demostrarles a todos los hombres que el grupo humano del que siempre hablamos no es verso y es bien de verdad.

Por eso digo que dejo de lado el prestigio, el dinero y muchas otras para pensar en ustedes como personas, como compañeros, como amigos.

Muchachos: no podemos defraudarnos ni defraudar a nuestras familias, que están sufriendo tanto o más que nosotros. Yo no soy quién para pedirles algo, pero en esta oportunidad lo voy a hacer. Les pido que cuando entremos a la cancha demos gracias a Dios de tener el grupo sensacional que tenemos y del compañero que tenemos al lado. Que quizás sea la última vez en nuestra carrera que lo tengamos.

Digo esto porque los quiero y porque ya forman parte de mi vida y de mis mejores recuerdos.

Gracias muchachos”.