Inédito: "Reviven" algunas funciones en cerebros de cerdos cuatro horas luego de sus muertes
Científicos de la Universidad de Yale lograron reactivar varias actividades cerebrales de estos animales mediante un mecanismo a base de sangre artificial.
Advierten que aún "es muy difícil hablar sobre aplicaciones futuras, menos aún para la especie humana", considerando también cuestiones éticas.
"No hemos redefinido el concepto de muerte clínica", aclaran.
En un hecho inédito para la ciencia, un grupo de científicos de la Universidad de Yale, Estados Unidos, logró "resucitar" algunas funciones de cerebros de cerdos cuatro horas después de su muerte.
La investigación, publicada esta semana por la revista Nature, surgió de la hipótesis de sus autores de que "el cerebro intacto de un mamífero grande conserva una capacidad que hasta ahora se ha subestimado para restablecer la circulación y ciertas actividades celulares y moleculares, incluso varias horas después del paro circulatorio".
Teoría que se plantearon, replicó ABC, luego de haber observado signos de viabilidad celular -señales de vida- en las muestras de tejido cerebral humano muerto que usaban en sus investigaciones, pese a que hubieran sido recogidas varias horas después del deceso.
Aquello, en el contexto conocido de que cuando el flujo sanguíneo deja de llegar al cerebro de los mamíferos, entre ellos los seres humanos, el órgano pierde capacidad con rapidez, desembocando una serie de daños celulares y la destrucción del tejido que conducen irreversiblemente a la muerte cerebral.
"Cuando empezamos esta investigación nunca pensamos llegar hasta este punto. Teníamos una hipótesis inicial, es cierto, pero aún así fue una tremenda sorpresa", reconoció Nenad Sestan, profesor de neurociencia, medicina comparativa, genética y psiquiatría de Yale, principal autor de este trabajo.
El experimento en cerdos
Bajo su premisa, los científicos se propusieron investigar acerca de alguna manera de "extender" este proceso cerebral después de la muerte en grandes mamíferos.
Para ese efecto, obtuvieron 300 cabezas desde una planta de procesamiento de carne: cuatro horas después del fallecimiento de los animales, conectaron 32 de ellas a un sistema llamado BrainWx (BEx), que consiste en varias bombas que insuflan sangre artificial ideada por los propios investigadores -a base de una hemoglobina sin células, modificada genéticamente y con propiedades anticoagulantes-, que permite la protección celular y el bloqueo de la actividad neuronal de los grandes mamíferos postmortem.
Los cerebros se mantuvieron conectados a la máquina durante seis horas a la temperatura normal de un cerdo vivo, lapso en el que los monitorearon de diferentes formas, logrando constatar una reducción de la muerte de las células, la conservación de la arquitectura anatómica y celular, la restauración de la estructura de los vasos sanguíneos y la vuelta de la circulación, respuestas inflamatorias gliales, signos de metabolismo cerebral activo de la glucosa y el oxígeno, y la actividad neuronal espontánea in vitro en sinapsis en células que se extrajeron de los cerebros tratados.
Sestan aclaró que "las conclusiones son muy importantes, pero en este momento no podemos restaurar la actividad completa del cerebro de los cerdos".
Apuntó además que los resultados tampoco aseguran que "se pueda utilizar el mismo mecanismo para otras especies, incluida la humana", para lo cual, advirtió también, se deben realizar estudios éticos preliminares si se llegase a pretender intentarlo en algún momento.
¿Y si las pruebas resultaban "demasiado bien"?
Una posibilidad que barajaban los investigadores es que el experimento pudiese resultar "demasiado bien", es decir, que se produjera una actividad eléctrica global organizada del cerebro y terminase incluso funcionando de manera "normal".
Frente a ese caso, antes de realizar las pruebas todos firmaron un protocolo, bajo el cual se les aplicaría el uso de anestésicos a los cerebros y se bajaría la temperatura normal de un cerdo vivo en la máquina hasta detener estos pulsos.
"Todos estuvieron de acuerdo de antemano en que los experimentos que implicaban una actividad global revivida no podían avanzar sin estándares éticos claros y la supervisión institucional", explicó el director de Bioética de Yale, Stephen Latham.
"No redefine la muerte clínica"
Pese a las conclusiones alentadoras, Sestan es cauteloso: "No sabemos si hemos restaurado por completo las moléculas, sólo que responden de manera correcta. El cerebro sigue clínicamente muerto, porque no hay señales de restauración de funciones vitales. Aún estamos en una primera fase y es muy difícil hablar ahora mismo sobre aplicaciones futuras, menos aún para la especie humana".
No obstante, el coautor del trabajo, Stefano G. Daniele, doctor en Medicina en Yale, valoró que "anteriormente solo habíamos podido estudiar células en el cerebro de mamíferos grandes en condiciones estáticas o en gran parte bidimensionales utilizando pequeñas muestras de tejido fuera de su entorno nativo (...) y ahora por primera vez somos capaces de investigar el cerebro grande en tres dimensiones, lo que aumenta nuestra capacidad para estudiar interacciones celulares complejas y conectividad".