Superviviente del Holocausto residente en Chile: "Los extremistas están cogiendo fuerza"
Ita Bartuv, nacida en 1943, llegó a nuestro país luego de que sus padres escaparan del envío masivo de judíos a un campo de concentración.
"En dos semanas" la mayoría de la población judía de Macedonia "se convirtió en humo y ceniza", relató a Efe.
"En dos semanas" la mayoría de la población judía de Macedonia "se convirtió en humo y ceniza", explicó a Efe Ita Bartuv, superviviente del Holocausto gracias a que sus padres lograron escapar en 1943 del envío masivo de judíos al campo de concentración de Treblinka.
Bartuv, nacida en 1943 y que ha residido casi toda su vida en Chile, participó esta semana en España en varios actos de conmemoración del Día del Holocausto, especialmente uno en el Congreso de los Diputados español.
PREGUNTA: De lo que sus padres le contaron, ¿qué es lo que más recuerda sobre la etapa que vivió su familia durante la Segunda Guerra Mundial?
RESPUESTA: Me acuerdo de en qué circunstancias nací; en el suelo, sin doctor, con ratones y pulgas, y cómo una familia nos ayudó dándome leche, con ropa... Me acuerdo de cómo vivimos en Albania hasta el fin de la guerra con papeles falsos, disfrazados de musulmanes. Cuando llegamos a Skopje yo tenía tres años y de ciertas cosas me acuerdo. Después de un año llegamos a un campo de refugiados de Italia.
P: Cuando una situación de tensión va a estallar, la población va notando poco a poco sus efectos, ¿qué señales advirtieron sus padres?
R: Los alemanes, junto con los búlgaros, llegaron a Skopje (Macedonia, entonces Yugoslavia) en 1941 adormecieron a la población judía dando órdenes no muy severas, como llevar la estrella de David, o no poder caminar por ciertas partes de la ciudad ni vivir en ellas. Tenían que vivir varias familias en una misma casa y había toque de queda. Pero todo eso no era grave, y no creían en lo que les contaban los refugiados que empezaron a llegar con el tiempo de todas partes de Europa, camino de Albania.
Los búlgaros, junto a los alemanes, estaban preparando las listas de los judíos que vivían en la ciudad. Cuando estuvieron hechas, el 10 de marzo de 1943 cerraron la ciudad y metieron a todos los judíos en un campo de concentración provisional. Esa noche, mis padres fueron los únicos que pudieron escaparse de su casa y llegar a Albania.
Cuando volvieron, en 1945, esperaron un año para ver si alguien volvía, porque no sabían que Treblinka era un campo de exterminio y no de concentración. En el momento en que se llegaba a Treblinka, a los judíos los desnudaban, los metían en cámaras de gas y los quemaban. En dos semanas, toda la población (judía), 7.200 personas (de Skopje y otras ciudades de Macedonia), se convirtió en humo y ceniza. Mis padres se marcharon a Sudamérica.
P: Sus padres fueron brevemente detenidos en Kosovo al ser detectados como judíos. Se salvaron gracias a que un albano-musulmán les consiguió documentación falsa que les identificaba como musulmanes. ¿Sabe qué fue de esa persona?
R: No. En Albania había (tras la guerra) un gobierno extremista y comunista que no permitía ninguna comunicación, así que perdimos el contacto. Yo lo recuperé con la familia que me ayudó. Hace dos años los encontré por Facebook. Las hijas de esa familia se acuerdan de las canciones que mi madre les enseñó a sus madres.
P: ¿Qué le hace sentir narrar su historia? Primo Levi, en su libro "Si esto es un hombre", habla de que los nazis tatuaban números en los antebrazos con el objetivo de hacer perder a los judíos su identidad. ¿Contar su historia es una forma de reafirmarse en ella?
R: Hasta los 65 años, inconscientemente negué todo mi pasado. Estuve en Albania, Yugoslavia y en un barco de guerra en Italia y de ahí a Chile, donde me dijeron apátrida y no me dieron pasaporte. Mis vecinas me llamaban judía despatriada. No me interesó saber cuáles eran mis raíces hasta hace diez años, cuando quise darle las gracias a los albaneses que me habían salvado.
Llegué a Skopje, donde nadie se imaginaba que una judía iba a darle las gracias a los musulmanes de la ciudad. Ahí empezó el regreso a mis raíces. Hace dos años volví y me llevaron por el mismo itinerario viaje que mis padres habían hecho en 1943. Llegué a Kosovo, donde mi madre había visto los trenes partiendo hacia Treblinka desde la cárcel. Allí me esperaba el alcalde de Kosovo con un ramo fúnebre para que se lo pusiera a mi familia.
P: ¿Se arrepiente de haber dado el paso de contar su historia?
R: El 98 por ciento de los judíos de Macedonia fue exterminado porque nadie volvió de Treblinka. Y el 2 por ciento no tiene interés en contar la historia. Ahora, nuestro grupo, del que soy traductora, estamos reviviendo las historias y buscando a gente que cuente historias de gente de Macedonia. Estoy muy orgullosa.
P: ¿Cree que la sociedad está a salvo de extremismos como el nazi o que, por el contrario, podrían volver a repetirse?
R: Yo soy una persona optimista y espero que no, pero el extremismo de todo el mundo es preocupante. Entre los musulmanes hay diferencias y se matan entre ellos. Los judíos todavía no hemos llegado a eso porque somos pocos y no conviene, pero en todas partes se matan unos a otros. Los extremistas están cogiendo fuerza. Pero, por otro lado, el mundo es mucho más consciente.
Un ejemplo es la Conferencia que ha habido ahora por el 75 aniversario de la liberación de Auschwitz. Ese día solamente marca los seis millones de judíos que mataron. Pero, si se toma en cuenta que fueron 6 millones de judíos entre 60 millones de personas no judías que murieron en la guerra, eso es una luz roja a todas las naciones, sobre todo de Europa, de que si no se ponen firmes, esto puede pasar.
Lo que pasó en los cuarenta pasó porque los dejaron, por la indiferencia de Europa. Yo le decía a mi madre que no podía ser posible que mientras la gente se estaba quemando en Auschwitz, en Estados Unidos estuvieran comiendo palomitas y viendo "Lo que el viento se llevó". En Hollywood festejando y aquí la gente siendo gaseada. La indiferencia total. Esto no puede pasar hoy en día sobre todo por los medios de comunicación que hay. Esperemos que no pase.