¿Qué sabemos del origen del SARS-CoV-2?
La ciencia determinó que el origen fue zoonótico, lo que significa que fue transmitido a humanos desde otras especies.
El virus supera los 104 millones de contagios y los 2,2 millones de fallecimientos.
Más de un año después de detectarse los primeros casos de una neumonía de origen desconocido en la ciudad china de Wuhan, persisten numerosas incógnitas sobre el inicio de la pandemia y una teoría conspirativa difícil de erradicar: que el nuevo coronavirus es artificial.
Un equipo de epidemiólogos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) se desplazó en enero a Wuhan para investigar el origen del nuevo coronavirus con un trabajo abierto a "todas las hipótesis". Hasta el momento, la ciencia determinó que el origen fue zoonótico (transmitido a humanos desde otras especies) y que los primeros casos se dieron en Wuhan, pero todavía se desconoce información relevante sobre el comienzo.
De forma paralela a los estudios científicos han circulado en todo el mundo un sinfín de falsedades sobre el origen del SARS-CoV-2 y de la enfermedad que ocasiona el Covid-19, que supera los 104 millones de contagios y los 2,2 millones de fallecimientos.
La certeza del origen natural
La principal certeza científica a día de hoy sobre el origen del nuevo coronavirus es que surgió de forma natural en alguna otra especie animal antes de infectar a los humanos.
Paradójicamente, aquello que los científicos ven más claro es, a la vez, uno de los aspectos más cuestionados por teorías de la conspiración: que el origen es artificial y se ha expandido de forma accidental (al escapar de un laboratorio) o intencionada.
La comunidad científica descarta que el virus haya sido fabricado, ya que su secuencia genómica refleja una evolución natural, según una publicación en Nature Medicine. Uno de los cinco autores del estudio, Robert Garry, detalló que el virus de murciélago más próximo "es sólo un 96 por ciento similar" y "no es posible completar esa distancia genética (4 por ciento) en un laboratorio".
Este grupo de científicos descubrió que las proteínas espiga, la parte exterior del virus con la que se introduce en las células, presenta dos rasgos básicos: el dominio de unión al receptor (el gancho) y el sitio de escisión molecular (la llave).
La evidencia del origen natural la hallaron al comprobar cómo el gancho de las proteínas había evolucionado para adaptarse a una característica molecular de las células llamada ACE2, que regula la presión arterial. No cabía ingeniería genética en ese caso.
El genoma se ha secuenciado correctamente
Entre los embustes sobre el origen está también el que niega la mayor: que el coronavirus no existe como tal, sino que es solo una nueva variante del virus de la gripe. Han sido compartidos textos que indican que el nuevo virus no ha podido ser aislado ni purificado para poder ser examinado, pero eso es totalmente falso, pues ya se ha aislado para secuenciar su genoma más de 58.000 veces.
Por otro lado, la secuenciación se hizo con soporte informático, pero eso no quiere decir que el material genético fuera inventado por ordenadores -como difundieron otros bulos-, sino que se requiere la precisión de las computadoras para ordenar las 30.000 letras que describen su genoma para que sea más legible.
El laboratorio biotecnológico de Wuhan, fijación de los negacionistas
El ex presidente estadounidense Donald Trump apuntó a un laboratorio biotecnológico del Instituto de Virología de Wuhan como posible lugar de incubación del virus y dijo poseer pruebas, pero no las aportó nunca.
Para la OMS, aún nada evidencia que ese edificio fuera el epicentro de la pandemia y el rastro de los primeros casos lleva a un mercado de mariscos y animales local, el de Huanan, situado precisamente a 14 kilómetros del laboratorio de Wuhan.
El paciente cero no tomó sopa de murciélago
La mayor certeza del origen del virus es la zoonosis y la pista se pierde en el mercado de Huanan, en el que se vendía marisco, pescado, faisanes, serpientes y otros animales comestibles. Contrariamente a lo que pregonaron muchos memes, la sopa de murciélago no es un plato típico en Wuhan, aunque sí lo es en la isla micronesia de Palaos, de donde provenían algunos vídeos compartidos.
Sería extraña la ingesta de murciélago en Wuhan, pero este dato apenas tiene importancia. En primer lugar, porque la zoonosis no tiene por qué darse por comer el animal en el que surge un nuevo virus; basta con la proximidad física. Además, los científicos creen que el SARS-2 probablemente se originó en el murciélago, pero moró en otra especie antes de infectar a humanos.
Así ocurrió con coronavirus anteriores, como las civetas en el SARS-1 y los camellos en el MERS. Para el SARS-2, el animal intermedio más probable es el pangolín.
En el mercado de Huanan se vendían productos congelados importados, dato al que apuntan medios de comunicación chinos, que sugieren que el nuevo coronavirus surgió en otro país, con pruebas como el hallazgo del virus en carne de vaca argentina llegada a otro mercado similar.
Hipótesis cósmicas
Si en China abundan las informaciones acerca del origen en otro país, otra teoría lo sitúa más allá, en el espacio exterior. La formuló el astrofísico británico-srilanqués Chandra Wickramasinghe, quien cree que pudo llegar en un meteorito caído en China en octubre de 2019, aunque ni aportó pruebas consistentes ni esa hipótesis ha tenido eco en la comunidad científica.
Otras teorías conspirativas están igualmente alejadas del suelo científico, como la que sostiene que las redes de telecomunicaciones de 5G expanden el virus, para el que es físicamente imposible viajar a través de redes radiofónicas ni de telefonía, explican los expertos.