La crisis carcelaria de Ecuador, un laberinto que complica al país
En los últimos dos años más de 360 presos fueron asesinados y se detectaron graves problemas de hacinamiento y de impunidad.
El gobierno de Guillermo Lasso atribuye la guerra de bandas a la campaña contra el narcotráfico y decomiso de drogas, lo que sería "solo un componente", según experta.
La crisis carcelaria en Ecuador, con más de 360 presos asesinados en los últimos dos años, graves problemas de hacinamiento y de impunidad, dejó al descubierto el complicado laberinto de un sistema atrapado entre la delincuencia y la fragilidad de un Estado que no ha podido tomar el control permanente de las prisiones.
La última masacre entre presos en que el 3 de abril en la cárcel de la ciudad de Cuenca murieron 20 convictos, reabrió el debate sobre la inseguridad carcelaria y la posibilidad de que la violencia penitenciaria llegue a las calles.
Solo el año pasado 316 reclusos fueron asesinados en enfrentamientos entre bandas que buscan por tomar el control de prisiones en varias ciudades del país.
El Gobierno del presidente Guillermo Lasso, desde que inició su mandato en mayo de 2021, anunció que quería acabar con esa violencia, aunque en los diez meses que lleva en el poder aún no ha podido exhibir resultados alentadores.
PLANES A MEDIO Y LARGO PLAZO
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) enfatizó en un informe en exhortar a que Ecuador recupere el control interno de sus cárceles, entregue condiciones dignas a los presos y elabore una política de prevención del delito, en que la encarcelación no sea el principal recurso.
Así, el Gobierno de Lasso asumió el reto de desarrollar un nuevo modelo penitenciario con la puesta en marcha de una política en Derechos Humanos para los reos, un programa de indultos a presos condenados por delitos menores y una serie de inversiones para multiplicar los guardias y mejorar infraestructura.
El Ejecutivo, que también busca vincular a la empresa privada en aspectos claves del sistema de rehabilitación, aspira a ver los resultados de su plan a medio y largo plazo, con la colaboración decidida de otras instituciones del Estado, especialmente el sistema judicial, y de la propia ciudadanía.
Para Carolina Andrade, especialista en temas de seguridad, la visión de Lasso debería definir prioridades para que no se afecten políticas como las de seguridad y de rehabilitación social.
Asimismo, explicó a Efe que la versión del Gobierno, que atribuye la guerra de bandas criminales en las cárceles a la exitosa campaña contra el narcotráfico y el decomiso de grandes cantidades de drogas, "puede ser solo un componente" de la situación.
Según ella, de las 316 personas asesinadas en 2021 en los centros penitenciarios, el 70% no tenía sentencia, muchos bajo la medida cautelar de prisión preventiva, y un 39% de los fallecidos se encontraban recluidos por delitos menores.
UN PROBLEMA ESTRUCTURAL
Andrade aseguró que el problema de las cárceles en Ecuador es más bien "estructural", pues "no hay mayor violencia que la desigualdad" en una sociedad que afronta también una crisis económica agravada por los impactos de la pandemia de la covid-19.
El hecho de que más de 97.000 emigrantes ecuatorianos hayan tratado de ingresar ilegalmente el año pasado en Estados Unidos, especialmente por la frontera con México, es un síntoma de que el país afronta una crisis estructural.
Las autoridades suelen "estigmatizar la pobreza", pero no incrementan los presupuestos en áreas sociales. Si se invierte en la lucha contra la pobreza, se podrían reducir las posibilidades de que los jóvenes sean reclutados por estructuras criminales, enfatizó la experta.
LA "MANO DURA" NO ES SUFICIENTE
Andrade también sostuvo que las políticas de "mano dura" no han dado resultados y dijo, como ejemplo, que el hecho de que en prisiones con resguardos redoblados de policías y militares se hayan encontrado armas de grueso calibre.
Tampoco la politización de las instituciones y de las estrategias de seguridad han dado buenos resultados, sostuvo, al criticar que autoridades hayan insinuado, sin presentar pruebas, que detrás de las reyertas carcelarias habrían supuestos intereses opositores contra el Gobierno.
Para la experta, las crisis carcelarias en Brasil, Colombia y El Salvador son ejemplos de que la "mano dura" no es, por sí sola, una estrategia eficaz. "Se requiere una intervención integral", remarcó.
De esta forma, sugirió acelerar los programas de recategorización de reos y aplicar estrategias diferenciadas para presos considerados de alta peligrosidad.
Lo fundamental —dijo— es lograr la presencia efectiva del Estado con políticas públicas encaminadas a disminuir la pobreza, desarticular las estructuras criminales y no llenar las cárceles por delitos menores.