China Hoy: Una revolución verde
El exsecretario general adjunto de la ONU destacó los avances logrados por China en las últimas décadas para terminar con la contaminación.
El exsecretario general adjunto de la ONU destacó los avances logrados por China en las últimas décadas para terminar con la contaminación.
Erik Solheim fue secretario general adjunto de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y es actualmente el presidente del Instituto de Desarrollo Verde de la Iniciativa de la Franja y la Ruta. En una entrevista exclusiva con el semanario Beijing Review, Solheim destaca el importante cambio de poder en la acción climática global durante la última década. Asimismo, comparte sus puntos de vista sobre las cambiantes estrategias de desarrollo de China, así como su papel alterante en la gobernanza ambiental global. A continuación se presentan extractos editados de sus comentarios.
Puede que a los jóvenes chinos les resulte difícil imaginarlo, pero en 1984, cuando visité China por primera vez, no había rascacielos, ni muchos coches privados. Además, solo había una línea de metro en la parte continental de China.
Era una época en la que China todavía se encontraba en la etapa inicial del proceso de Reforma y Apertura, en la que iba explorando su propio camino hacia la modernización. Toda su atención se centraba en el desarrollo económico y en la creación de una enorme clase media. Y tuvo éxito. China ha sacado milagrosamente de la pobreza a más personas que cualquier nación en la historia de la humanidad, a una escala masiva y una velocidad sin precedentes.
Pero, al mismo tiempo, tuvo un alto precio: la contaminación. Cuando hablaba con muchos chinos durante los Juegos Olímpicos de Verano de Beijing 2008, los elogiaba por lo ricos que eran en comparación con las generaciones anteriores. Sin embargo, ellos siempre respondían: "Sí, pero quiero ver el sol" o "no quiero inhalar el humo".
No obstante, durante la última década, las cosas han cambiado por completo. El enfoque de China ha pasado del crecimiento de alta velocidad al de alta calidad, así como de las cifras y los rascacielos a la protección ambiental y el bienestar personal.
El cambio se debió principalmente a tres factores. El primero y más importante fue una mayor conciencia pública sobre la protección del medio ambiente. Luego, fue un liderazgo político lúcido y decidido a promover la sostenibilidad. Por último, pero no menos importante, hay que verlo como una oportunidad de negocio porque solo las empresas pueden llevar la transformación a escala.
Comenzó con una guerra nacional contra la contaminación. Pero ahora, el desarrollo verde del país ha evolucionado hasta un punto en el que no se trata solo de limpiar el aire y el agua, sino también de mitigar el cambio climático, realizar la transición a energías renovables y proteger la biodiversidad.
Nadie puede copiar las estrategias ambientales de otros países, pero todos podemos aprender. Hace diez años, Europa estaba a la cabeza en todo lo relacionado con el clima. Si alguien me hubiese preguntado entonces dónde buscar las mejores prácticas ecológicas, le habría dicho que en Bruselas, Berlín y París. Pero ahora las ciudades chinas han superado a las europeas en este ámbito.
China está muy por delante de Europa en lo que respecta a la tecnología verde. El país posee alrededor del 60 % de las tecnologías verdes utilizadas en todo el mundo. Entre el 80 y el 90 % de la energía solar del mundo se produce en China.
Lo que a menudo se pasa por alto, pero vale la pena señalar, es que China también está liderando una revolución global en materia de conservación ecológica.
Recomiendo especialmente a los países que buscan soluciones sostenibles que miren hacia el sur de China, donde muchas de las ciudades más desarrolladas industrialmente y más densamente pobladas del país están agrupadas alrededor del delta del río Yangtsé y el delta del río La Perla.
Estos centros industriales son las áreas más difíciles para poner en práctica estrategias verdes. Sin embargo, China ha logrado volver a concebir estas ciudades como ecosistemas complejos donde los paisajes urbanos, la naturaleza y las comunidades humanas se unen para crear espacios urbanos sostenibles. Esto es algo de lo que otras partes del mundo pueden aprender.
Además de reparar los ecosistemas dañados en las zonas urbanas, China también se ha comprometido a construir un sistema de parques nacionales para proteger la vida silvestre y los paisajes naturales.
El concepto de parque nacional es una innovación estadounidense. El expresidente estadounidense Theodore Roosevelt dijo que no hay nada tan estadounidense como un parque nacional. No obstante, China ahora está tomando la iniciativa al crear uno de los sistemas de parques nacionales más grandes del mundo, que no solo cubre su vasto y menos poblado oeste, sino también todo el país.
Recién llegado a la carrera de la protección ecológica, China ha aprendido mucho de Occidente. Pero ahora ya está en condiciones de enseñar al resto del mundo cómo equilibrar el crecimiento económico con objetivos sostenibles. Sigamos con el aprendizaje mutuo.
Durante mucho tiempo se ha considerado que la competencia es un obstáculo para alcanzar los objetivos medioambientales. No obstante, la verdad es que necesitamos tanto la competencia como la cooperación.
Tomemos como ejemplo los vehículos eléctricos (VE). Las empresas chinas de VE se están expandiendo a los mercados globales a un ritmo asombroso, con BYD a la cabeza. Su ascenso como nuevos competidores formidables envió un mensaje aleccionador a Volkswagen, General Motors, Toyota y otros fabricantes de automóviles tradicionales, empujándolos a acelerar su propio desarrollo de VE. En ese sentido, la competencia puede actuar como catalizador de la transición global hacia la energía limpia.
Sin embargo, también necesitamos cooperación y reglas compartidas para que nos beneficien de una competencia leal.
Todas las naciones del mundo quieren proteger sus propios intereses económicos vitales, como el empleo local y las industrias nacionales. Mientras se aventuran en nuevos mercados, las empresas chinas también deberían aumentar la inversión en la creación de centros de fabricación en el extranjero. BYD, por ejemplo, ha comenzado a construir una fábrica de VE en Brasil, la cual no solo impulsa el proceso de globalización de la marca, sino también crea puestos de trabajo y fomenta las industrias locales.
En el mundo de hoy, la colaboración es una necesidad. Estados Unidos desea acelerar el crecimiento de su sector de energía solar. Sin embargo, no puede hacerlo sin cooperar con China, ya que este último es el mayor productor de paneles solares del mundo. Defenderse del dominio de China sobre las cadenas de suministro de energía renovable solo le hace correr el riesgo de ralentizar el ritmo de su propia transición energética.
Ha habido un cambio absoluto en la inversión exterior de China, lo que refleja un reposicionamiento más amplio del país en torno a proyectos energéticos globales.
En los primeros días de la implementación de Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR), China participó en una serie de proyectos "marrones", que apuntan a ayudar a los países participantes a construir infraestructura. En septiembre de 2021, el presidente chino, Xi Jinping, dijo ante la Asamblea General de la ONU que China no construiría nuevos proyectos de energía a carbón en el extranjero. Dos años después, la IFR se ha convertido en uno de los principales vehículos para la inversión verde global.
China ha comenzado a invertir en proyectos de energía solar y eólica en Etiopía, Kenia, Vietnam e Indonesia. China e Indonesia, por ejemplo, acordaron recientemente un acuerdo de 54.000 millones de dólares que dirige la inversión china hacia la producción de energía solar en Indonesia. Como el cuarto país más poblado del mundo, Indonesia tiene que hacer frente a una demanda colosal de energía. Entonces el trato mencionado importa mucho.
China también está comprometida con la construcción de transporte público ecológico a lo largo de las rutas de la IFR. Los ejemplos incluyen el ferrocarril China-Laos, el ferrocarril de vía estándar Mombasa-Nairobi en Kenia, el ferrocarril Adís Abeba-Yibuti en el Cuerno de África y, más recientemente, el ferrocarril de alta velocidad Yakarta-Bandung en Indonesia.
La operación ecológica es el hilo de estos proyectos ferroviarios, todos los cuales fueron cuidadosamente diseñados para minimizar su impacto en el medio ambiente. Estas nuevas líneas ferroviarias también impulsarán el desarrollo económico a lo largo de las rutas al generar empleos para la fuerza laboral local, y aumentar el comercio y la conectividad.
Si me preguntan por un área en la que China puede mejorar, realmente alentaría una economía más circular. Esta es una tarea que debe ser abordada no solo por China, sino también por el mundo entero.
En la actualidad, el 99 % de las ropas fabricadas en este planeta se tiran directamente a la basura. Pero podemos empezar a reciclar el algodón de ellas. Bangladés está experimentando el uso circular de textiles. Sin embargo, eso no es suficiente. Todos los demás países deberían unirse a la acción.
Si invertimos esfuerzos en estas pequeñas cosas de la vida, no necesitaremos extraer recursos de la naturaleza tanto como lo hacemos ahora. El avance hacia una economía circular, en la que todos los desechos electrónicos, plásticos y ropa se reciclen, presenta enormes oportunidades. Y creo que las empresas chinas, como siempre lo han hecho en el pasado, pueden liderar al mundo en el camino hacia un futuro circular.