China redefine su rumbo climático: una oportunidad estratégica para Chile
"El nuevo plan chino no solo es una señal política: supone una hoja de ruta hacia un mercado gigantesco de energías limpias, electromovilidad y tecnologías verdes".
"El nuevo plan chino no solo es una señal política: supone una hoja de ruta hacia un mercado gigantesco de energías limpias, electromovilidad y tecnologías verdes".
Por: Felipe Enero Segovia
Pese al contexto de una frenética guerra geopolítica e industrial, y la proliferación del negacionismo climático, el presidente Xi Jinping presentó ante la ONU un nuevo Plan de acción climática para China.
El Plan se compromete a reducir las emisiones nacionales, a lo menos, entre un 7% y un 10% desde su nivel máximo para 2035, elevar la proporción de energía no fósil por encima del 30% y desplegar una capacidad combinada de energía solar y eólica de 3,6 TW, meta altísima considerando que China tiene una capacidad instalada de 2,9 TW para todos sus sistemas eléctricos.
Este compromiso marca un punto de inflexión: por primera vez China asume un recorte absoluto de emisiones, no solo la contención de su crecimiento.
El plan chino implicará movilizar enormes recursos en sectores clave: generación renovable, transmisión inteligente, electrificación del transporte, almacenamiento energético, sistemas ferroviarios de alta eficiencia, construcción sostenible, e incluso reforestación masiva.
En tal contexto, Chile, con su liderazgo en reservas de litio, sus políticas de promoción de energías renovables no convencionales (ERNC) y electromovilidad, innovaciones en materiales para el sector de la construcción, progresiva planificación urbana con enfoque sostenible, e incluso por su capacidad de servir de puente para inversiones de diversas regiones del globo, tiene ante sí una ventana de oportunidad estratégica.
Si bien en la actualidad China se ha consolidado como uno de los principales socios comerciales y de inversión, en sectores como la energía y el litio, aún persiste el desafío de dotar de mayor valor agregado a los proyectos conjuntos.
En ese marco, es importante destacar que las empresas e inversores chinos necesitarán socios externos para ampliar capacidades, optimizar materiales y diversificar fuentes. Además, la urgencia china en cuanto a soberanía energética (que también está ligada a desarrollos en circuitos integrados e inteligencia artificial), está creando una alta demanda por patentes, know-how y componentes avanzados, lo cual abre espacio para joint ventures con empresas chilenas o consorcios más complejos.
En relación a este último punto, cabe señalar que Chile posee una amplia red de TLC, acuerdos de asociación económica y experiencias concretas en joint venture de diversas fuentes, como los actuales consorcios chino-españoles especializados en construcción de hospitales y proyectos ferroviarios. Es así como Europa y ASEAN podrían verse convocados en socios triangulares no menores, fortaleciendo la autonomía estratégica del país.
Por otro lado, en cuanto a la arista comercial, uno de los impactos más directos para Chile podría venir por el aumento de la demanda de litio, cobalto, grafito y otros minerales para baterías. A medida que China (y en general el mundo) aceleran la transición hacia vehículos eléctricos, sistemas de almacenamiento masivo y redes inteligentes, la presión sobre estas materias primas se incrementará.
Considerando cadenas de valor más complejas, las empresas chilenas podrían integrarse como proveedoras de componentes o servicios especializados. En esa línea, resulta no menor destacar las oportunidades para servicios digitales, considerando que en 2023 los envíos chilenos relacionados con TICs alcanzaron US$631 millones, lo que representó un crecimiento de 75,9% respecto a 2022. El desarrollo o gestión de software ligado a las nuevas tecnologías chinas, pensados para el mercado hispanohablante, podría ser una veta significativa.
En cuanto a importaciones, considerando la escala del mercado chino, se espera una importante reducción de costos en tecnologías verdes, beneficiando su adopción a lo largo y ancho de Chile.
En síntesis, el nuevo plan chino no solo es una señal política: supone una hoja de ruta hacia un mercado gigantesco de energías limpias, electromovilidad y tecnologías verdes. Chile, con su fortaleza institucional, potencial en recursos y una transición energética ya avanzada, puede capitalizar esa ola para atraer inversiones, desarrollar industria local y fortalecer su posición como exportador estratégico del siglo XXI.
Sin embargo, el desafío es actuar rápidamente, con visión estratégica y convicción política. Reforzar la presencia diplomática en las diversas provincias Chinas, así como dotar a CORFO, Banco Estado, ProChile, InvestChile, a la institucionalidad medioambiental y a gobiernos subnacionales de los recursos necesarios para agilizar y facilitar procesos, constituyen desafíos obligados para el actual y próximo Gobierno.