Documental “I Love Pinochet”; el entrevistado como protagonista

“I Love Pinochet” tiene la virtud de haber dejado el contenido en manos de los propios entrevistados, sin imágenes que recordaran el 11 de septiembre de 1973 o al régimen militar y sin más muestras de violencia que las vertidas desde las bocas y miradas de los participantes. El documental presenta algunas figuras más que obvias y esperables, como Patricia Maldonado, el padre Raúl Hasbún, o Francisco Javier Cuadra; sin embargo, el verdadero conflicto se evidencia en los personajes anónimos, en la discusión entre dos compañeros de universidad que contraponen sus versiones o en un niño que aguanta sus lágrimas de emoción al explicar qué ha significado Pinochet en su vida. Esperable, pero necesario, también resulta el contrapunto entre distintas clases sociales y las similitudes en su discurso, así como el oasis que representa entre tanto fanatismo la voz pausada y certera del historiador Alfredo Jocelyn-Holt. Es en el extremo donde se encuentra el impacto, pero con la gracia de que no es mostrado en forma tendenciosa. Sin embargo, el fluir de las distintas visiones es tan efectivo para el espectador que las pocas intervenciones de la documentalista se hacen casi innecesarias. La voz de Marcela Said recuerda la preocupación por el crecimiento en la adhesión a los partidos de derecha y al ex candidato a la presidencia Joaquín Lavín, palabras que sin ser inoportunas parecen obviables cuando parte de la audiencia se agarra la cabeza sin poder creer lo que están viendo y escuchando de los entrevistados. Con sólo un testimonio en contra del general en retiro, el documental “I Love Pinochet” logra entre muchas opiniones similares momentos para la reflexión, como el reclamo de un extranjero por la utilización de una melodía característica de la Alemania nazi en una de las manifestaciones de apoyo a Pinochet, así como las clasistas declaraciones de una mujer en un exclusivo club de equitación. “I Love Pinochet”, una coproducción entre Chile, Francia y Australia, logra en tan sólo 52 minutos cumplir su objetivo de mostrar el otro extremo sin sentencias ni conclusiones.