Carmen Balcells, figura clave del conocido como "boom latinoamericano" y representante de algunos de los más importantes escritores en lengua española, como Gabriel García Márquez o Mario Vargas Llosa, murió este lunes a los 85 años y recibirá sepultura en la más estricta intimidad.
Según señalaron a Efe fuentes de su familia, Balcells falleció "repentinamente" en su domicilio de Barcelona y, aunque quieren que el entierro sea en la intimidad, también anunciaron que próximamente se celebrará un acto de homenaje en su memoria.
Balcells (Santa Fe de Dalt, Lérida), representó a más de 300 escritores de habla hispana y portuguesa, entre ellos a los máximos exponentes del "boom" latinoamericano, como García Márquez, Vargas Llosa, Carlos Fuentes o José Donoso, además de a Pablo Neruda, Julio Cortázar, Vicente Aleixandre, Miguel Ángel Asturias o Camilo José Cela.
Una de sus últimas apariciones públicas tuvo lugar el pasado 16 de marzo en el gótico Salón de Ciento del Ayuntamiento de Barcelona para asistir a la entrega de la Medalla de Oro de la Ciudad a título póstumo a García Márquez, el primer gran éxito de la carrera de Balcells como agente.
Tras él llegaron muchos otros, cuyos intereses fueron defendidos duramente por la agente, que logró cambiar el tipo de contratos de los escritores con los editores y establecer límites geográficos y de tiempo.
Un trabajo que le ganó el apelativo de "superagente" o de la "Mamá grande del boom", por un afán proteccionista que hoy ha sido reconocido por todos.
Fue un "mujer maravillosa, maga de las letras, nos defendió a los autores como nadie antes. GRACIAS por todo, genia", dijo la escritora española Rosa Montero en su Twitter.
Desde la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara (México), destacaron su "presencia fundamental en la literatura del siglo XX y pilar de las letras latinoamericanas".
"Carmen fue una agente sin cuya participación no habríamos conocido mucho de lo que hoy se lee en América Latina, España y Portugal", afirmó el presidente de la FIL, Raúl Padilla López.
La escritora cubana Wendy Guerra, casi una hija adoptiva para García Márquez, dijo en su cuenta de la red social Twitter: "Ha muerto mi abuela Carmen Balcells. Ha muerto la dama de la literatura. Hoy Mamá Grande acompañará a Gabo".
Mientras que el editor de Anagrama, Jorge Herralde, que conocía a Balcells desde hacía casi cincuenta años, confesó a Efe que la noticia de su muerte fue "muy inesperada" porque "hasta el último momento ha estado en pie de guerra y nunca mejor dicho, con las múltiples conversaciones sobre las asociaciones o ventas de su agencia literaria".
Aunque Vargas Llosa, que la visitó hace tres días, tuvo "el siniestro presentimiento" de que era la "última vez" que estaba con ella.
"Su físico estaba realmente en ruinas y era imposible no preguntarse cuánto tiempo más esa ruina física seguiría sosteniendo a esa maravillosa cabeza y esa energía indómita", escribió el Nobel en la edición digital de El País.
Muy diferente a la impresión que tuvo Eduardo Mendoza, que comió con ella hace solo unas semanas.
"Había preparado, como de costumbre, un banquete descomunal para mí y un plato minúsculo y apenas nutritivo para ella. Como de costumbre, se comió su ración y la mitad de la mía", relataba Mendoza, que afirmó que la agente literaria había construido "algo equivalente al Imperio Romano".
Un imperio que a punto estuvo de ser aún mayor si hubiesen fructificado las negociaciones para unir su agencia con la del único agente que le daba la replica en el mundo anglosajón, Andrew Wylie, para crear una "superagencia" que cuidara de los intereses de miles de autores, 13 de ellos premios nobel.
Ocurrió en mayo de 2014 y fue su gran, última y fallida "jugada", algo que sorprendió en el sector y fuera de él, porque era la alianza de dos rivales, condenados a entenderse para responder a sus nuevos enemigos, los nacidos de la revolución digital, como Amazon o Google, una unión que finalmente no se llevó a cabo.
También salió de la agencia a quien Balcells había designado como su sucesor, el joven gestor cultural Guillem d'Efak, por lo que el futuro de su imperio se queda en el aire.