Fue el pasado marzo cuando Umberto Eco, Il Professore, presentó su último libro, "Número cero", una reflexión y una crítica contra el periodismo, Internet, la mentira y la corrupción, y lo hizo en su casa de Milán, en la que fue recibiendo a los periodistas uno por uno con su discurso torrencial.
Con una especie de cigarro de mentira en la mano y con ganas de hablar, este autor oceánico, creador de "El nombre de la rosa", decía que había escrito esta parodia sobre estos tiempos convulsos, porque, en su opinión, esa era la función de un intelectual, su "función crítica".
"Esa es mi manera de contribuir a clarificar algunas cosas. El intelectual no puede hacer nada más, no puede hacer la revolución. Las revoluciones hechas por intelectuales son siempre muy peligrosas", advertía.
Eco, premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades (2000), fue autor de novelas tan simbólicas, además de "El hombre de la rosa" (1982), como "El péndulo de Foucault" (1988), "El cementerio de Praga" (2010) o los ensayos "El problema estético"(1956), "El signo" (1973) y "Tratado de la semiótica general" (1975).
Sin olvidar el paradigmático "Apocalípticos e integrados"(1964), que se estudió durante años en las facultades y donde el autor hablaba de un tema eterno y constante en él, el binomio entre la cultura popular y la alta cultura.
En aquel libro, el escritor piamontés trataba sobre la influencia de los medios de comunicación y la cultura de los cómics o las canciones populares.
Y es que Il Professore conocía bien el periodismo y los "mass media". En los años 60 comenzó a escribir artículos y ensayos en los periódicos en los que ya hablaba de la cultura de masas o el arte contemporáneo.
Vigente y crítico
Se sentía parte del oficio, decía, y escribió "desde dentro" su último libro, "Número cero (Lumen), un relato satírico donde sacaba a la luz "la máquina del fango" de periodistas y políticos corruptos.
Un relato que comienza en 1992 cuando un empresario italiano (que hace pensar en Berlusconi) crea un periódico cuya única intención no es informar sino ser una máquina de poder para crear presión, desacreditar a políticos y rivales, crear informes, dosieres, noticias falsas y complots.
"Desde hace más de diez años tenía esta novela en mi cabeza. Siempre he querido hablar de los problemas del periodismo, y ahora también de Internet, donde se puede mentir mucho. Yo he utilizado internet para esta novela, donde me he informado, por ejemplo, de la autopsia que se le hizo a Mussolini", añadía.
"Pero internet es como el automóvil: uno no se puede pasar la vida en Internet como no se puede pasar la vida en un automóvil", advertía, con humor, un Eco torrencial en su discurso y muy pesimista por ese uso "indiscriminado" de la red, donde en muchos casos falta contrastar la veracidad, decía.