De sus "pulsiones vitales profundas" nacen las novelas de Pablo Simonetti, envueltas por espacios que para él son cercanos, y sobre todo, por el concepto de "identidad", que le ha perseguido a lo largo de los años hasta llegar a convertirse en una de sus obsesiones como escritor.
En "La soberbia juventud", calificada por Simonetti como una "novela de formación", reflexiona sobre la juventud y su correspondiente búsqueda de la propia identidad, debido a que a él "le gustó mucho" encontrar la suya.
"Ahora sé quién soy, pero la juventud sigue siendo algo maravilloso", opina el autor, que en su obra, editada por Alfaguara, realiza una mirada en la que se mezcla la nostalgia y la tristeza por aquella etapa perdida y una cierta ternura "por esa ingenuidad que hace que los jóvenes se equivoquen".
Sistema de discriminación
Para él, descubrirse a sí mismo entrañó un complicado proceso, a pesar de las aparentes ventajas que aportaba el haber nacido en una buena familia y haber tenido una buena educación, algo que le convertía, según sus palabras, en un "privilegiado en todos los sentidos".
"Aún así me costó reconocerme como una persona homosexual y me costó también encontrar mi vocación literaria", confiesa el autor, quien ha situado en el centro de su novela a Felipe, un veinteañero gay que, cuando aún no sabe ni quién es como persona ni qué espera en la vida, se encuentra con las presiones que conlleva su posición social.
"Las clases oligárquicas chilenas tienen un sistema de discriminación, montado como uno de pertenencia, con códigos pasados de generación en generación que hacen que se reconozcan entre sí, y van dejando fuera a todo aquel que no responda", señala Simonetti.
Por eso, afirma que la línea vertebral de la novela es la idea de que "hay una buena manera de ser y comportarse", que a su vez también arrastra "los códigos del conservadurismo católico", aunque remarca que Chile, su país natal y escenario de su novela, "está cambiando rápidamente".
"Cada vez más hay espacios en Chile respecto a la diversidad sexual", un proceso que él considera "irreversible" y que viene motivado por tres factores: la pérdida de poder de la Iglesia respecto a temas de moral sexual, la apertura de ciertos grupos políticos y la influencia de la participación ciudadana.
Sin referencias
Nuevas circunstancias socioculturales que han traído una mayor facilidad para que los jóvenes creen su identidad de forma independiente, y cada vez a edades "más tempranas", asegura el chileno.
"La generación anterior a la mía no salió del clóset; en la mía salimos a los 30, y hoy los jóvenes salen a los 17 o 20 años", opina, lamentando que él no pudo tener en su día "referencias que le habrían enriquecido, fortalecido o formado", a diferencia de los jóvenes de hoy, que tienen "el mundo a sus pies" gracias a internet.
Con la perspectiva que otorga la madurez, Simonetti confiesa que admira la fuerza de estos jóvenes y "su espíritu ardiente", pero que también valora lo que le ha aportado la experiencia: un sentido individual mayor y aprender que "la vulnerabilidad es un buen consejero".