Eric Laurent y Catherine Graciet salen del bar del lujoso hotel parisino Raphael con 80.000 euros en los bolsillos en billetes de 100 como adelanto. Creen haber cerrado un buen negocio: un millón de euros por cabeza por no publicar un incómodo libro sobre el rey Mohamed VI de Marruecos.
Lo que estos reputados periodistas de investigación ignoran aún, en la noche del 28 de agosto, es que la conversación con su interlocutor, un abogado que habla en nombre del monarca alauí, está siendo grabada y que a la salida les espera la policía para detenerles y acusarles de chantaje y extorsión.
"No necesito ninguna lección de deontología (...). Es mi obra, es asunto mío y hago lo que quiero", se justificaba hoy Laurent, de 68 años, en un periplo por varios medios de comunicación para intentar salvar su prestigio y, sobre todo, cargarse de argumentos para evitar los cinco años de cárcel a los que podría ser condenado.
Hubo dinero de por medio, dice, pero la proposición llegó de Rabat en forma de soborno y Laurent se vio abocado a aceptarla por su dura situación personal, con una esposa enferma terminal de cáncer.
Insiste en que fue el Palacio el que corrompió a los periodistas y no éstos quienes intentaron extorsionar al rey marroquí.
Son los argumentos de Laurent, la voz cantante en una negociación en tres actos de la que se supone informaba a su compañera, presente solo en la última cita, la de su detención, después de que Rabat alertase a las autoridades francesas del presunto caso de extorsión.
"Nunca quise hacer ningún chantaje. Caí en una trampa", se defiende Graciet, periodista independiente y antigua colaboradora de la batalladora revista marroquí Journal hebdomadaire, ya extinta.
Ambos se conocían bien, pues ya en 2012 había publicado juntos "El rey depredador. Apoderarse de Marruecos", una investigación sobre el entramado de empresas vinculadas con el multimillonario Mohamed VI que ahora pretendían convertir en secuela para la misma editorial, Le Seuil.
El escándalo, que promete arramblar con la credibilidad de Laurent, uno de los periodistas franceses mejor informados sobre Marruecos, arranca el pasado 23 de julio, cuando éste contacta con el jefe de gabinete del rey, Mounir El Majidi.
Días después, el periodista recibe una llamada de vuelta en la que se le informa de que debe tratar en París con un abogado designado por Rabat. El 11 de agosto se celebra la primera de las tres reuniones, que el letrado graba y en la que sonsaca comprometedoras frases al reportero:
"Quiero tres", dice la voz de Laurent, grabada por un teléfono móvil.
"¿Tres qué? ¿Tres mil?", interroga el abogado.
"No, tres millones", precisa el periodista.
"¿Tres millones de dirhams?", dice de nuevo el letrado.
"No, tres millones de euros", remata el reportero, según la transcripción ofrecida por por el dominical Le Journal du Dimanche (JDD).
Se celebraron un total de tres reuniones y finalmente, como da cuenta un extracto del contrato manuscrito firmado por los periodistas -que publicó el JDD-, el acuerdo fue de dos millones de euros: un millón para cada uno a cambio de olvidar para siempre al monarca marroquí.
El libro, del que poco se conoce, iba supuestamente a aportar información ampliada pero no explosiva sobre las empresas del rey, sus cuentas opacas en Suiza y su lujoso tren de vida.
"Es una mala película", ha declarado sobre el escándalo el ministro francés de Exteriores, Laurent Fabius, que subraya que se trata solo de un asunto de derecho común que no compromete los vínculos entre Francia y Marruecos.
Esta relación bilateral tuvo que ser reconducida a inicios de 2015 tras la tensión surgida cuando, un año antes, se denunció en Francia por presuntas torturas al jefe del contraespionaje marroquí.
El periodista, al que la policía capturó con 40.000 euros encima en billetes pequeños -al igual que Graciet-, insinúa que se trata de una trampa de Marruecos, en venganza por su anterior libro. Y asegura que seguirá adelante con la edición de su nueva obra sobre el monarca.
No será con la editorial Le Seuil, que ha anunciado que anula el contrato de publicación pues ha perdido la confianza con los autores, ahora también imputados.