La columna de José Arnaldo Pérez: Déjenlos jugar y soñar en grande
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Por José Arnaldo Pérez, @Chascaperez
Cada vez que emerge un niño con cualidades sobresalientes para el deporte en los primeros años de práctica de una disciplina de inmediato emergen aquellos que le planifican una carrera prácticamente hasta el retiro, sin siquiera entender la evolución lógica de la vida y sólo apuntando a la explotación de un talento en ciernes.
El sueño de grandeza, tan común en los niños, alcanzando metas y logrando hitos es parte de un crecimiento, pero en el sentido de un juego y anhelo infantil. Son los años los que llevarán a incrementar o desistir de ellos, por eso hay que saber llevarlos. Pero la extrema disciplina y rigurosidad que demanda el alto rendimiento en múltiples oportunidades hace que estos pequeños campeones terminen aburridos y abrumados. Y lo que es peor, lejos del deporte donde pudieron ser estrellas.
La naturaleza humana hace que estemos ligados al deporte, al juego y la entretención. Desde muy pequeño se es proclive a la actividad física. El mejor y eterno ejemplo es lo que pasa con un niño que bordea el año de vida cuando en sus primeros pasos descubre que puede ir más rápido, y en esas primeras carreras en el acto se dibuja una sonrisa en sus caritas. Caídas vienen muchas, pero la paciencia y amor de los padres logran que a la larga camine como corresponde. Y eso es lo que olvidan algunos entrenadores, que los tratan prácticamente con el rigor de un comando de ejército. La etapa formativa en el deporte debe llevar aparejada mucha sicología porque de lo contrario el efecto contraproducente del abandono de la práctica será el resultado inevitable.
Hay un tema peor, cuando a los niños se los familiariza con el triunfo como única meta de sus entrenamientos. Todos queremos ganar, eso está demás explicarlo, pero quien mejor atacó esta situación fue Marcelo Bielsa al señalar que "lo importante es el tránsito, la dignidad con que recorrí el camino en la búsqueda del objetivo. Lo otro es cuento para vender una realidad que no es tal". De hecho en la vida son infinitamente más los que pierden que los que ganan. Por eso es un deseo ganar, un desafío, un sueño, nunca una obligación totalitaria. ¿Y a qué voy con esto? En los últimos días quedamos sorprendidos con la irrupción de un niño prodigio de la natación. Clark Kent Apadua, tiene 10 años y bate récords. Superó sin ir más lejos la marca del multicampeón olímpico Michale Phelps en los 100 metros mariposa que databa de 1995. Incluso el propio "Tiburón de Baltimore" le felicitó. Pero de allí a aventurar desde ya que este pequeño estadounidense será el mejor de todos los tiempos por romper un crono con diez años de edad es una insensatez. Puede que lo haga, pero para eso debe quemar etapas. Muchas etapas.
Big congrats to #clarkkent for smashing that meet record!!! Keep it up dude !!#dreambig
— Michael Phelps (@MichaelPhelps) 1 de agosto de 2018
Nosotros en Chile podemos contar múltiples casos de niños que fueron hasta campeones mundiales, por ejemplo de Bicicross, devenido luego en BMX como disciplina olímpica, con Cristóbal Palominos y Angelines Nicoletta como algunos de esos estandartes. En la misma natación con Maximiliano Schnettler que a los 14 años tenía marcas tan buenas como las del australiano Ian Thorpe. El tenista Jorge Aguilar fue campeón del mundo en categoría 16 años, y le ganaba a Rafael Nadal. Pero… Eso es, el pero, luego vienen múltiples factores, crecimiento, maduración, sacrificios, y sobre todo apoyo. Entonces un bello amanecer no garantiza ciento por ciento que se va tener un día espléndido. Y situaciones como éstas existen en todas las latitudes.
El caso de Clark Kent Apadua es maravilloso, pero visto en la perspectiva de un niño de 10 años. Que además, y según cuenta su padre, cuenta con habilidades varias, toca piano, hace artes marciales y desarrolla múltiples actividades curriculares en el colegio. Si bien hoy le gusta la natación, y tiene una condición notable para su práctica, se le debe dejar crecer, desarrollarse, acompañarle y guiarle en su formación, y si quiere de verdad ser nadador de élite que vaya quemando cada etapa. Porque para colmo su nombre ligado al héroe también le puede pesar. Aunque gane, aunque rompa récords, las fotos lo delatan: sigue siendo un niño y a esa edad lo primero es la formación y el juego. Si se le exige en demasía se puede perder, producto del aburrimiento, de un gran talento. Porque obligarlo desde ya a que sea el mejor de la historia es una carga que sería difícil hasta para Superman.