Jorge Sampaoli es uno de los mejores entrenadores de la historia del fútbol chileno, sino el mejor. Qué duda cabe. Una Copa América, la clasificación a un Mundial y el juego atildado en esa Copa del Mundo, además de un 68 por ciento de eficacia en su período lo avalan.
Hoy, a eso de las cuatro y media de la tarde quedó firmado el documento notarial que finiquitó su contrato y le puso fin a una era que será recordada en el largo plazo por el éxito y por un estilo de juego vistoso.
Esta enorme e indesmentible verdad no debe esconder la otra cara de la moneda en esta historia. Y es que restando al nefasto directorio ANFP que encabezó Sergio Jadue, fue precisamente Jorge Sampaoli quien más puso para terminar su período en la selección. No fueron los hinchas, no fueron los medios. Ni menos el nuevo directorio que siempre le ofreció seguir en el cargo.
No hay que olvidar que originalmente, cuando se filtran los detalles de sus contratos y de la sociedad off shore que Sampaoli constituyó en las Islas Vírgenes, la imagen del DT no estaba deteriorada al punto que sí lo está por estos días. Y no la destruyeron los hinchas, los medios ni los nuevos directores de la ANFP.
Quien se equivocó rotundamente fue Sampaoli, que comenzó a vociferar en el extranjero que se sentía un rehén, que no quería seguir en el cargo, que se le había hecho un daño enorme a su imagen. Y lo que es peor, que lo de las cuentas en Islas Vírgenes era falso, cuando a esa altura la información ya se manejaba a prueba de desmentidos.
Un extraordinario entrenador, preso de una crisis ética y financiera de quienes fueron sus empleadores, se termina yendo de esta forma. Es triste y lamentable. Si la idea es buscar culpables, en Chile apuntaremos a Jadue y sus nefastos escuderos, Sampaoli debería mirar a sus asesores y a sí mismo.