En medio de las expectativas tras su estreno mundial en el Festival de Cannes, el documental Allende mi abuelo Allende se proyectará en 19 ciudades, a partir del 3 de septiembre como parte del programa MiraDoc, dedicado a la difusión del género a lo largo del país. Contará con subtítulos en español para personas con discapacidad auditiva y habrá una sala con subtítulos en inglés.
Dirigido por la nieta del ex presidente, Marcia Tambutti, y producido por Paola Castillo (Genoveva), ofrece una mirada íntima e inédita de la figura de Salvador Allende a través de fotografías, archivos y testimonios familiares. Es una aproximación al hombre cotidiano y a las huellas que dejó, en especial en su familia, sin ataduras por su imagen histórica.
En mayo, la cinta fue distinguida con el premio L'Oeil d'or (El Ojo de Oro) al mejor documental exhibido en diversas instancias de la 68a. versión del Festival de Cannes.
"Es una película transgeneracional", destaca su productora Paola Castillo. "Permite identificarse con la historia de muchas maneras... con el personaje o su familia, pero también con las propias experiencias y recuerdos de quien la ve".
Sin prejuicios
El proyecto nació cuando, a 35 años del golpe de Estado en Chile, Marcia Tambutti sintió que había llegado el momento de recuperar las imágenes y memorias de la vida cotidiana, perdidas con el golpe y sumergidas bajo la trascendencia política de su abuelo, el exilio y el dolor de su familia.
"Durante los 17 largos años de dictadura, mi familia y yo fuimos exiliados. Mi abuela Tencha, mi madre y mi tía Beatriz se dedicaron a difundir por todo el mundo la terrible situación en Chile, el atropello de los derechos humanos y el legado de mi abuelo pero, paradójicamente, en la intimidad no hablaban de él. Así que crecí con la misma imagen icónica que el resto de los exiliados", confiesa la realizadora.
"Cuando empecé esta película, decidí recobrar recuerdos e imágenes de mi abuelo, en especial los álbumes fotográficos que nos fueron robados o destruidos con el golpe militar. Pero más allá de las fotografías personales de Chicho -como le decimos de cariño a mi abuelo- los recuerdos familiares no eran fáciles de recuperar. El dolor puede crear un silencio poderoso, y profundos tabúes en una familia. Así, sin darnos cuenta, las nuevas generaciones desarrollamos una autocensura que permitió la pérdida de nuestra historia familiar y de una parte de nuestra identidad".
La directora agrega que, durante el proceso, "quise abandonar todas las nociones preconcebidas de mi abuelo".
"Esperaba que al hacer la película, mi familia y yo podríamos darnos la libertad de recordar, anhelar y extrañar a Chicho", añade. "Durante el proceso, me di cuenta que también teníamos que recordar y hacer el duelo por mi tía Beatriz, o Tati, la hija más cercana a Chicho, que se suicidó cuatro años después del golpe de Estado".
Figura universal
"Entendí que mi viaje, íntimo y familiar, reflejaba en parte la experiencia de Chile en las últimas cuatro décadas", destaca la directora. "Pertenezco a una generación que vivió traumas o experiencias muy duras, con una infancia en el exilio, pérdidas de familiares e identidades, o bajo la opresión de la dictadura. En esos momentos difíciles, no había mucho espacio para preguntar sobre nuestro pasado reciente".
Tambutti reconoce que el proceso de realización no fue fácil.
"Hacer una película sobre la intimidad familiar y ser parte de la dinámica que se registra, es complejo para cualquiera. Pero estábamos conscientes de ello y conformamos un equipo con mucho talento y experiencia, que aportó significativamente en cada etapa de la película. Analizar en conjunto el material, debatir, resultó fundamental, porque uno está demasiado inmerso en la historia y se requieren ojos expertos y más libres para verla mejor. Ligado a eso destaco la generosidad y compromiso de todos con este proyecto, y la cohesión del equipo por un período tan largo... ahí la mirada y complicidad de la productora Paola Castillo fue esencial".