La más reciente película de Mamoru Hosoda llega para diversificar la oferta cinematográfica.
Un título tan entretenido como interesante; fresco, ágil y con personajes entrañables.
Pocas veces en la animación se arrojan tantos temas y de basta complejidad, como se hace en las apuestas japonesas. "El Niño y la Bestia", de Mamoru Hosoda, es un gran ejemplo de aquello, al combinar temáticas que apelan tanto a lo espiritual como a lo físico con aventuras, mucha acción y también fantasía.
"Ren", un niño que acaba de perder a su madre y no ha visto a su padre en años, huye de quienes serán asignados como sus tutores legales. En su escape conoce a dos bestias antropomórficas a las cuales sigue hasta un mundo a medio camino entre lo terrenal y lo divino. Allí se convertirá en el discípulo de "Kumatetsu", una especie de oso malhumorado y con una evidente falta de disciplina, quien aspira a convertirse en el Gran Maestro de su realidad, para relevar a otro sen sei que decidió dejar su puesto para transformarse en una deidad. Con tal misión autoimpuesta, "Ren" y "Kumatetsu" forjarán una amistad que incluso llegará a transformarse en un vínculo familiar, mientras cada uno descubrirá su verdadera identidad.
El título llegó este jueves a los cines chilenos, como un buen pie para comenzar a diversificar la oferta de títulos hollywoodenses que por lo general acaparan las pantallas. Es una película tan entretenida como interesante, a la vez que saca a relucir recursos visuales atractivos e impresionantes, sin quedarse corta a la hora de evocar las formas y colores de una tradición en la animación que tiene años de cultivo en el país oriental.
El director Mamoru Hosoda ("Wolf Children", "Summer Wars") una vez más se arma con temas recurrentes en su filmografía, para ofrecer un título fresco, ágil y con personajes entrañables. Ahí está el reconocimiento y la pérdida del temor frente a lo diferente; el crear y asumir una personalidad en el desarrollo de un individuo; el valor del trabajo colectivo para alcanzar metas; y el reconocimiento de una familia en una amplia variedad de formas; sólo por dar algunos ejemplos. A lo que se puede sumar la exploración de conceptos más comunes como el amor, el odio, el esfuerzo y las capacidades.
"El Niño y la Bestia" se trata de un título que aspira a todas luces a ir más allá del mero entretenimiento y el jolgorio para la vista. Busca invitar a reflexionar, sobre todo acerca de cuestiones quizás tan particulares como el hecho de que la educación puede ser un acto de relaciones simbióticas entre maestros y estudiantes, con beneficios mutuos, más que un proceso de transmisión de conocimiento unilateral.
La diversidad de tópicos abordados suma y sigue. Probablemente cada espectador encontrará una riqueza particular y personal en la narrativa de "El Niño y la Bestia", porque es una apuesta abierta a múltiples interpretaciones, razón suficiente para ser resaltada entre una lluvia de títulos con alta expectativa pero que poco han cumplido en el último tiempo.
