Sónar no es un encuentro de música electrónica. Sino más bien se trata de un laboratorio cultural, un festín para los amantes de la música avanzada y el arte multimedia que arrasó en su debut en Chile con las descargas electrónicas de The Chemical Brothers y el pegadizo electropop de Hot Chip.
Los creadores del himno "Galvanize" y de algunos de los episodios de la electrónica más relevantes de las últimas dos décadas conquistaron al público que atestaba el antiguo Aeropuerto de Cerrillos.
Tom Rowlands y Ed Simons inauguraron el concierto estrella de este multitudinario festival con "Hey boy hey girl", el himno de la electrónica de los noventa encargado de dar el tono de una juerga multicolor que comenzó pasada la media noche y hechizó a miles de seguidores por más de una hora y media.
Unas colosales pantallas y unas deslumbrantes imágenes superpuestas acompañaron a esta institucion de la electrónica a lo largo de su trance de tonos lisérgicos, que en más de una ocasión propulsó algún vaso de cerveza hacia el espacio sideral.
La pareja de Manchester comandó el espectáculo desde una descomunal mesa de mezclas y sintetizadores desde donde enlazaron clásicos como "Saturate" con hits de su nuevo disco, "Born In The Echoes", como "Go" o "Sometimes I feel so deserted".
Pero las verdaderas protagonistas de este show electrónico fueron las impactantes proyecciones audiovisuales que hipnotizaron a los espectadores con una sucesión de patinadores, cantantes orientales y bolas de colores refulgentes.
Múltiples experiencias
Unas horas antes, Hot Chip, saltó al escenario con el tema de influencia ochentera "One life stand".
Este quinteto británico, célebre por su acertada conjugación de pop y electrónica de baile, hizo despegar al público de las antiguas pistas de aterrizaje con su catálogo de temas más populares encabezado por "Over and Over".
Los más curiosos y expectantes asistentes dirigieron sus miradas hacia las máquinas humanas del dúo catalán CaboSanRoque quienes pusieron el toque experimental de la jornada con sus disonantes latidos de motores, ecos de máquinas de escribir y una infinidad de gruñidos provenientes de piezas ensambladas con grandes dosis de imaginación.
Todo lo contrario se vivía en el SonarVillage donde el trío chileno Matanza, pionero en la electrónica étnica latinoamericana, propulsaba a los asistentes hacia un viaje melódico de coordenadas indígenas.
Y de las raíces más ancestrales a la electrónica más innovadora. El espectáculo del joven británico Evian Christ sumergió en una atmósfera futurista y contundente a todos aquellos que se atrevieron a adentrarse al oscuro hangar en el que se ubicaba el SonarHall.
"Esto es el futuro, weón!" vociferó uno de los seguidores mientras intentaba registrar el ingenioso juego de pantallas, proyecciones y humo que acompañaba los inmersivos beats del joven Dj.