Cuando restan pocas semanas para que abandone los escenarios, el músico del grupo argentino Les Luthiers Carlos Núñez asegura en una entrevista con Efe que ya no necesita el "masaje narcisista" del aplauso y la risa del público, que "pueden llegar a ser una droga como la morfina".
Desde el salón de su casa, Núñez reconoció que su retirada, que coincidirá con el 50 aniversario de Les Luthiers por "esa extraña fascinación que tienen los seres humanos por las cifras redondas", se debe a que sus casi 75 años le están "pasando factura" y no quiere "seguir trabajando hasta morirse".
El músico, nacido en Buenos Aires en 1942, cuenta que en la "pensada" decisión de dejar los conciertos influyó la respuesta del miembro del grupo Daniel Rabinovich a un periodista, cuando afirmó, poco antes de su muerte, que no le importaba descansar poco porque ya tendría tiempo tras una retirada que finalmente nunca llegó.
"Se fue trabajando... para mucha gente (es) una bendición, pero para mí no", explicó el compositor y pianista.
El adiós de Núñez llega acompañado de "Memorias de un Luthier", un libro recién publicado "que se viene escribiendo desde hace mucho tiempo", en el que narra a través de 50 composiciones musicales las anécdotas y la historia del grupo, sus canciones y los "instrumentos informales" que les llevaron a la fama.
El creador de la "mandocleta", un aparato de viento construido a partir de una bicicleta, concibió el libro como un "legado" que dejar a los seguidores que durante medio siglo aplaudieron su música en decenas de países de habla hispana, unos años en los que anotó en sus cuadernos "prácticamente todo", desde la génesis de las composiciones hasta las adaptaciones de los chistes por países.
Ahora, la trayectoria de Les Luthiers se ve recompensada con "lo máximo" a lo que pueden aspirar, con la entrega el próximo octubre del Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades de 2017.
La explicación que ofreció el pianista al éxito del grupo, que ha logrado atravesar a varias generaciones, fue el carácter "sui generis" de su humor, que calificó, no sin reparos, de "inteligente".
También opinó que un estilo tan particular cristalizó en Argentina, y difícilmente podría haberlo hecho en otro lugar, por la mezcla de culturas musicales que ponen ritmo al país austral.
Acerca de su futuro, Núñez afirmó que lo único que puede asegurar es que no se va a aburrir y admitió entre risas que, además del "dolce far niente" (el placer de hacer nada), disfrutará de los asados con amigos sin la "rabia" de controlar cuánta comida o vino toma por tener que asistir más tarde a una función.
El polivalente intérprete se definió como un "músico naturalista", por las dos pasiones que han marcado su vida, la música y la naturaleza -es licenciado en química biológica-, y que compaginó profesionalmente durante los primeros años de Les Luthiers, según explicó mientras insistía en mostrar su colección de cientos de caracolas marinas, reunidas durante años.
Dice reírse de "absolutamente todo" en su vida, en la que el humor está "constantemente presente".
"Es una manera de enfocar la vida, de sentirse menos pomposo, menos importante, más humilde", razonó.
Carlos Núñez, que afronta el próximo mes en España los últimos conciertos de su vida, cree que Les Luthiers va a seguir existiendo porque el resto de sus componentes no tiene "ninguna intención" de retirarse y anunció que contratarán a uno o dos músicos para suplir su ausencia, como ya se hiciera con el fallecido Rabinovich.
No obstante, recordó las dificultades por la edad de sus compañeros, parafraseando al escritor argentino Jorge Luis Borges: "Los hombres hacen planes como si fueran inmortales".
"¿Cuál es el plan, ir renovando de uno a uno hasta que haya cinco o seis Luthiers 30 o 40 años más jóvenes?", se preguntó el músico. "'El Gordo' y 'El Flaco' eran dos, y cuando se murieron, se murieron", zanjó.