Biografía relata la "vida a muerte" de Nina Simone
David Brun-Lambert retrató la vida de una de las grandes divas del jazz.
Como dura, combativa y caprichosa la calificó el autor.
David Brun-Lambert retrató la vida de una de las grandes divas del jazz.
Como dura, combativa y caprichosa la calificó el autor.
Eunice Waymon estaba llamada a convertirse en la primera concertista negra de piano de Estados Unidos, pero fue rechazada en el conservatorio. De aquella decepción nació Nina Simone, una de las grandes divas del jazz, retratada con pasión por David Brun-Lambert en una biografía publicada ahora en español.
"La vida a muerte de Nina Simone" (Global Rhythm) cuenta la turbulenta existencia de la intérprete de "My baby just cares for me", desde sus comienzos como niña prodigio en una pequeña ciudad de Carolina del Norte, hasta su muerte en el sur de Francia en 2003.
"Moriré a los setenta años, porque después solo hay dolor", había proclamado una mujer que conoció los extremos de la gloria y la miseria, de la felicidad y el dolor, que estuvo sometida a los vaivenes de la fama y marcada por una personalidad llena de aristas que su biógrafo no ha tratado de disimular.
Dura, combativa y caprichosa, Simone siempre sospechó que el color de su piel le cerró las puertas del conservatorio musical de Filadelfia, ciudad a la que había viajado desde el profundo sur gracias al dinero recaudado por su comunidad, en la que su madre ocupaba un lugar destacado como reverenda baptista.
Después de aquel fracaso sobrevivió en Nueva York con trabajos precarios, hasta que decidió probar fortuna en Atlantic City.
Cuenta Brun-Lambert que allí, "en un bar húmedo con el suelo cubierto de serrín para secar el alcohol vertido", fue donde Eunice se convirtió una noche en Nina Simone.
Nina por "Niña", el sobrenombre con el que le llamaba un novio latino, y Simone como homenaje a Simone Signoret, la actriz francesa a la que había visto en "París, bajos fondos" en un cine de barrio.
Aquella joven era pianista, pero el propietario del tugurio la obligó a cantar como condición para mantener el empleo. La hija de la reverenda interpretaba cada noche un repertorio que su madre hubiera incluido sin dudar entre "la música del diablo".
Acompañada de su piano fue modulando una de las voces más personales del siglo XX, con la que en los años sesenta y setenta inmortalizó temas como "Aint got no-I got life" o "I wish I know how it would feel to be free", y llevó a su terreno clásicos como "Here comes the sun", "Just like a woman" o "Suzanne".
Puso su voz y sus composiciones al servicio de la igualdad de los negros, como cuando grabó en 1963 "Mississippi Goddam" para denunciar la violencia racista tras conocer que un joven ciclista negro había muerto por una paliza que le propinó un grupo de blancos.