Periodista chilena recuerda su entrevista a David Bowie en 1997

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Autor: Cooperativa.cl

Loreto Solís conversó con el británico durante su segunda visita al país.

Evoca las emociones y especiales momentos que marcaron la conversación con la leyenda.

Periodista chilena recuerda su entrevista a David Bowie en 1997

David Bowie estuvo en dos oportunidades en Chile, en 1990 y 1997.

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Durante la segunda visita de David Bowie al país -la primera fue en 1990-, hasta donde llegó en el marco de su Earthling Tour de 1997, la periodista Loreto Solís, quien en aquel entonces trabajaba en el hoy desaparecido Canal 2 Rock and Pop, tuvo oportunidad de entrevistar al británico.

Tras la baja convocatoria que tuvo su primer show, en 1990, siete años después Bowie  enfrentó a un país que ya reconocía con más amplitud su categoría, como una de las mayores leyendas del pop mundial.

Desde Berlín, donde reside y cuando el mundo aún lamenta el sorpresivo deceso del mitoSolís recuerda ese inolvidable momento, sus profundidades y sutilezas, en esta crónica para Cooperativa.  

El David Bowie que entrevisté en Chile

Es 11 de enero del 2016 y vengo de la Hauptstraße, en Schöeneberg. Estoy en Berlín, y en este día fatídico que arrancó a David Bowie de la vida, casualmente tuve que ir a la calle donde vivió entre 1977 y 1978. En esta ciudad grabó tres discos fundamentales: Low, Heroes y Lodger, de los cuales emergieron temas como "Sound and Vision" y "Heroes".

Tuve el honor de entrevistar a Bowie el 5 de noviembre de 1997, en el Hotel Hyatt de Santiago. Trabajaba hacía casi dos años para el Canal 2, Rock and Pop, en el programa diario de música que presentaba Sergio Lagos, El Dínamo.

Recuerdo de esa entrevista que cuando entré a la sala, David Bowie estaba sentado en una de las dos sillas estilo Luis XVI instaladas para la entrevista. En cuanto empiezo a acercarme, Bowie se pone de pie y como saliendo a mi encuentro, me invita a sentarme, acompañando la invitación con un gesto de su mano, como si yo fuera su majestad.

En esa segunda visita a Chile, Bowie ya tenía casi 30 años de carrera musical, había lanzado 20 discos de estudio, había dado cientos de conciertos y miles de entrevistas.

Bowie respondía mis preguntas en tono suave, equilibrado, pero se traslucía fácilmente en él una personalidad "a flor de piel". Durante la conversación, enrojeció en dos oportunidades. Cuando le preguntaba algo que le parecía original, estallaba en carcajadas que sonaban francas, casi inocentes. No dejó de fumar en ningún momento.

Llevaba pantalones ajustados negros y una chomba calipso intenso con puños y cuello dorados que parecían bordados. Y sus ojos, pude constatar, se veían también en vivo, uno intensamente celeste, y el otro, intensamente verde.

Había leído bastante sobre él y escuchado su música, pero lo más inesperado del encuentro para mí, fue descubrir que una verdadera "estrella", un artista con un background tan extenso como el suyo, pudiera entregarse de esa manera a su público, a sus fans: con un ego tan neutro.

Cuando pienso en mi encuentro con Bowie, pienso que él se acercaba a las personas con lo que yo llamaría un "estado de arrogancia cero". Lo contrario de lo que había encontrado tantas otras veces, ante otros músicos. Bowie ponía enorme atención y miraba profundamente mientras te escuchaba.

En jerga periodística, Bowie "se entrevistaba solo". Una de las cosas más interesantes, más profundas que surgieron de esa conversación fue una definición de cultura que me regaló sin que yo la pidiera.

"Cultura es todo aquello que no necesitamos, que no tenemos que hacer", me dijo cuando le pregunté de qué manera sus metamorfosis estéticas habían influenciado cómo se percibía a sí mismo.

Respondió que necesitábamos comer, pero que no necesitábamos nouvelle cuisine, que necesitábamos sentarnos, pero no necesitábamos sillas Luis XVI. Que esas decisiones eran el resultado de las fantasías de cada ser humano y que él tenía fantasías diferentes todos los días.

Una vez que terminó la entrevista, cuando ya estaba a punto de ponerme de pie para la despedida, decidí que no podía traicionar completamente a la fan que se escondía y asfixiaba en mí, y contra cualquier pauteo editorial, me arriesgué a hacerle una declaración personal: le dije que si estaba ahí sentada entrevistándolo, si había decidido ser periodista musical, era bajo la influencia, bajo el impacto de su música, de su obra extraordinaria. Y que no podía dejar pasar ese momento para agradecérselo.

Me respondió que se sentía honrado de lo que le acababa de decir. Y enrojeció una vez más.

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