Una versión de los Gipsy Kings, formada por ex miembros de la banda de rumba más popular del mundo, desató, o casi, la furia "rumbera" de los iraníes, que amagaron incluso con bailar al ritmo de "Bamboleo" en una sala del centro de Teherán pese a la irritación de los responsables del control de moralidad.
En la sala "Vahdat", ubicada en el corazón de la República Islámica, las entradas para los conciertos que la banda planea dar en Teherán se agotaron en apenas unas horas y quedaron en manos de un público emocionado por escuchar en vivo por vez primera un grupo y una música que se encuentran desde hace años entre sus favoritas.
Anoche, los 800 asistentes a uno de los primeros conciertos corearon junto a la banda sus históricos estribillos sin importarles no tener idea de lo que se estaba cantando, gritaron "olé" junto a los intérpretes y, olvidándose de los reglamentos, movieron levemente las caderas al ritmo de la rumba, poniendo a trabajar a los guardianes de la moralidad que categóricamente censuraban todo movimiento inapropiado.
Armados con un puntero láser rojo, los censores advertían particularmente a las mujeres que se ponían en pie y hacían algún conato de baile y con plena seriedad e inquietud les daban órdenes para que se sentaran.
Todo este encuentro entre la rumba catalana y los códigos morales de la República Islámica estuvo rodeado de fuertes medidas de control, no solo para los incipientes bailes, sino también para los periodistas, que fueron advertidos para no grabar ni entrevistar al público.
Esas medidas también afectaron a la propia banda, cuyos responsables de comunicación rechazaron de forma nerviosa y tajante cualquier intento de hablar con los músicos.
Y sin embargo, el público disfrutó y agradeció enormemente este recital.
Alireza Farzadí, un hombre que acudió al concierto junto a su pareja confesó a Efe que es fanático de la banda desde hace 27 años, cuando recién los Gipsy Kings estaban consiguiendo su fama mundial y cuando él tenia tan solo 12 años.
"Desde la adolescencia me compraba todos los casetes, su estilo cambio mi mundo y me empujo a comprarme una guitarra y aprender a tocarla, al igual que muchos otros de mi generación", explicó Farzadí.
Farzadí, aficionado a la música española, expresó su alegría y emoción por poder escuchar sus temas favoritos en vivo y dijo: "Estoy muy contento de poder venir a este evento en Irán, porque realmente no pensaba que un día pudiese celebrarse en mi país" un concierto de rumba.
De hecho, otros muchos asistentes expresaron su "deseo y sueño" de escuchar más música española, particularmente la fantasía de que Enrique y Julio Iglesias viajen a Irán y canten allí en vivo.
Desde el año 1979, tras la revolución y el establecimiento de la República Islámica en Irán, se impusieron muchas restricciones de índole moral en el país, entre ellas la prohibición del "movimiento sincronizado", como se refieren al baile los vigilantes del comportamiento social.
Esa prohibición afecta especialmente a las mujeres, ya que se considera que sus movimientos, por castos o tímidos que sean, pueden excitar a los hombres.
Esta versión de los Gipsy Kings llegó a Irán con 9 miembros, entre ellos el veterano guitarrista del grupo original, Paul Reyes.
Reza Khanzadeh, el productor del concierto, explicó a Efe que la Policía y el Ministerio de la Guianza Islámica, organismo encargado de controlar toda actividad cultural que se realiza en el país, tuvieron muy buena colaboración para el desarrollo de la serie de conciertos, y que su única limitación fue la falta de salas libres.
Pese a que no hubo ningún tipo de propaganda, Khanzadeh explicó que la alta demanda hizo que todas las entradas se vendieran en horas y que por eso se añadieron dos sesiones extra, que incluso se quedaron cortas ante los pedidos del público.
Este tipo de conciertos, poco habituales en Irán, están siendo paulatinamente autorizados por el Gobierno de Hasán Rohaní, que ganó la Presidencia en 2013 con la promesa de otorgar mayores libertades públicas a los ciudadanos.
Sin embargo, aún es muy habitual que conciertos o actividades como el teatro sean censurados o directamente prohibidos por organismos que funcionan de forma independiente del Gobierno, como los grupos religiosos o milicias islámicas, cuya misión declarada es mantener la "esencia" de la Revolución Islámica.