El presidente maliense Ibrahim Boubacar Keita, en el poder desde 2013, ha presentado este miércoles su dimisión y la de todo el gobierno en una declaración transmitida esta noche por la televisión nacional, tras haber sido depuesto por un golpe militar horas antes.
"No deseo que se derrame más sangre por mantenerme en el poder", dijo Keita, que fue presentado en la ORTM1 (televisión oficial) como "presidente saliente".
IBK, como se le conoce popularmente, dio a entender que su renuncia se hacía forzado por los militares participantes en el golpe de estado: "¿Tengo acaso otra opción?", se preguntó, tras recordar que "ciertos elementos de las fuerzas armadas han concluido que esto debía terminar mediante su intervención".
Por el momento, los golpistas no han emitido ninguna declaración de intenciones ni comunicado alguno para explicar cuáles son sus objetivos.
Tampoco han designado hasta el momento a un líder que asuma la jefatura del estado en este momento crítico, aunque se espera que lo hagan en las próximas horas.
Condena internacional
A la espera de conocerse sus objetivos, las condenas han llovido sobre los golpistas desde todos los países e instituciones con algún peso en Mali: la Unión Africana, la Unión Europea, la ONU, Estados Unidos y la antigua potencia colonial, Francia.
Pero pese a todas estas condenas y a la falta de apoyos exteriores, los amotinados parecen contar con el apoyo popular, a juzgar por las muestras de alegría expresadas por la multitud que esta tarde invadió muchas avenidas de Bamako, confraternizando con los militares entre música y cánticos.
Los golpistas cuentan por el momento con el apoyo de buena parte de la opinión pública. (Foto: EFE)
Escenas festivas compartidas a través de los teléfonos móviles mostraron numerosos ejemplos de celebración espontánea de los hechos, que hacen pensar que los golpistas cuentan por el momento con el apoyo de buena parte de la opinión pública.
El final de la era de IBK
El golpe parece suponer el final de IBK: llegado al poder en 2013, tras los turbulentos meses que siguieron a otro golpe de estado en 2012, este político de 75 años ha ganado dos elecciones consecutivas, la última de ellas en 2018.
Si bien esa elección fue relativamente tranquila, fue el resultado de los comicios legislativos del pasado abril el que encendió la ira popular por las sospechas de fraude.
El gentío que durante semanas de mayo y junio invadió las calles de Bamako protestaba por la corrupción del presidente y su familia, pero también por la creciente inseguridad en el país y por la ausencia del estado en amplias parcelas del territorio nacional dominadas de facto por milicias de obediencia étnica.
Además, el yihadismo no ha dejado de ganar terreno en el país en la era de IBK, convirtiéndolo en uno de los países más peligrosos del Sahel y contagiando además a otros vecinos como Níger, Burkina Faso o Costa de Marfil.
En Mali está estacionada la Minusma, misión de estabilización de la ONU para el norte del país, convertida en una de las más peligrosas del mundo por la cantidad de ataques que sufre.