¿Por qué siempre queda una silla vacía en los debates presidenciales de Argentina?
El favorito Daniel Scioli no participará en el próximo debate.
Seguirá un precedente marcado por Carlos Menem en 1989.
El debate se realizará el
El favorito Daniel Scioli no participará en el próximo debate.
Seguirá un precedente marcado por Carlos Menem en 1989.
El debate se realizará el
Los argentinos tienen fama de buenos discutidores. Puede ser en el asado o en la cancha, puede ser sobre fútbol, sobre política o sobre la vida. El debate forma parte de la idiosincrasia nacional.
Y sin embargo, cuando se trata de debates presidenciales, parece que Argentina se queda muda.
Durante meses, organizaciones no gubernamentales, empresarios y medios de comunicación intentaron organizar un cara a cara entre los seis candidatos a presidente en el aula magna de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Un encuentro, previsto para este domingo, que se anunciaba como el primer debate presidencial de la historia.
Pero salvo sorpresa de última hora, la silla del favorito en los sondeos, el oficialista Daniel Scioli, quedará vacía.
El No de Scioli
Aunque los organizadores de Argentina Debate aseguran que reservarán una silla para el candidato del Frente Para la Victoria, que no les comunicó oficialmente su negativa a participar, desde el oficialismo dan por hecho que no concurrirá.
"No hay un marco serio para llevar a cabo un debate entre los candidatos presidenciales", aseguró el jefe de gabinete de la presidenta, Aníbal Fernández, que pidió "una definición clara de un lugar neutral, con periodistas neutrales, que se pueda preguntar y garantizar que uno puede exponer respecto de cada una de las preguntas con seriedad".
Para participar, el gobernador de la provincia de Buenos Aires y aspirante peronista Daniel Scioli se limitó a pedir una ley sobre debates "tal como está implementado en Brasil".
Y su equipo señala que el verdadero debate lo está dando el candidato con los votantes argentinos y que el encuentro en la UBA no es un tema central de su campaña, un argumento que no convence ni a organizadores ni a contrincantes.
Así que "el primer debate presidencial de la historia" se celebrará sin la presencia del candidato que, al menos hoy, muchos ven como el próximo presidente de Argentina.
El resto de aspirantes sí confirmaron su asistencia: Mauricio Macri (Cambiemos), Sergio Massa (UNA), Margarita Stolbizer (Progresistas), Nicolás del Caño (Frente de Izquierda) y Adolfo Rodríguez Saá (Compromiso Federal).
Pero sin Scioli, el interés mediático por el debate se cayó también, con algunas de las principales cadenas de televisión del país renunciando a emitir el programa, que sí podrá seguirse por redes sociales, medios digitales y radio.
Y ¿por qué no debate el candidato que en las primarias obtuvo el 38% de los votos?
Más allá de las explicaciones del oficialismo, "los verdaderos motivos nunca son los que se presentan en público. Siempre son otros", asegura el periodista argentino Luis Majul en una columna del diario Cronista.
"Uno, el más evidente, es que Scioli tiene miedo de perder la ventaja que mantiene sobre Mauricio Macri. El segundo, es que corre el riesgo de ser "derrotado" en la competencia dialéctica, porque como representante del gobierno todos lo van a "atacar" a él".
"Pero también hay otros motivos más profundos y graves. En especial uno, que parece determinante: si Scioli va al debate, nunca podrá decir lo que piensa de verdad (...), atrapado en las medias verdades que está forzado a sostener para complacer a la Presidenta y al mismo tiempo no espantar al electorado no ideologizado", escribe.
La silla de Menem
Desde el regreso de la democracia al país en 1983 nunca se ha celebrado en Argentina un debate presidencial con la presencia de todos los aspirantes.
Sí ha habido encuentros televisados entre candidatos a otros cargos públicos, pero nunca entre los que buscaban la jefatura del Estado.
Quizás el precedente más sonado fue el fallido debate entre el entonces candidato del peronismo Carlos Menem –quien eventualmente ganó las elecciones- y el radical Eduardo Angeloz en mayo de 1989.
Apenas cinco días antes de las elecciones que elegirían al sucesor de Raúl Alfonsín, Menem se ausentó del debate organizado para el 8 de mayo en el programa de televisión Tiempo Nuevo.
El equipo del candidato riojano había mantenido en suspenso su participación durante semanas, hasta negarse finalmente. En cualquier caso, el programa dividió la pantalla en dos para darle un espacio a Menem.
"Estamos esperando con el doctor Angeloz alguna comunicación del doctor Menem, yo todavía no la tuve, en cuanto la tenga se la hago conocer", dijo el conductor del programa, Bernardo Neustadt.
"Es difícil, me imagino, hacer un debate sin que exista alguien", aseguró el periodista mientras en la pantalla aparecía el atril vacío de Menem, que era el favorito en las encuestas.
El episodio pasó a la historia como la noche de la silla vacía, aunque para ser rigurosos, no había silla, sino atril.
Los dos principales partidos aprovecharon el "no debate" para lanzar spots publicitarios con la silla vacía como tema principal.
El oficialismo, por aquel entonces de la Unión Cívica Radical, aprovechó la ausencia de su rival para atacarle.
Y los peronistas respondieron que las verdaderas sillas vacías fueron las de los debates que el radicalismo "no fue capaz de sostener con los empresarios, los trabajadores, los jubilados, maestros, profesionales y estudiantes. Sillas vacías que son el símbolo de la soledad Radical".
En la campaña de 2003 fue el propio Menem, de nuevo candidato, el que propuso un debate a su rival Néstor Kirchner. Un encuentro que nunca se produjo, pues el expresidente de los 90 renunció a la carrera presidencial poco antes de celebrarse el balotaje.
Rendición de cuentas
¿Pero, por qué cuesta tanto organizar un debate presidencial –donde todas las sillas estén ocupadas- en este país?
A menudo se define a Argentina como un país "caudillista" o una nación donde el líder –político, sindical o deportivo- debe ser fuerte, popular e inquebrantable.
"La idea de someterse al escrutinio público no tiene suficiente fuerza en Argentina. La conexión con el caudillismo tiene que ver con eso, con culturas donde la rendición de cuentas no es un valor importante", le dice a BBC Mundo Hernán Charosky, coordinador del debate.
En los últimos años, especialmente bajo la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, desaparecieron las conferencias de prensa del primer mandatario, las entrevistas con medios son contadas (y muy rara vez con medios críticos con su gestión) y la jefa de Estado prefiere canales de comunicación con el ciudadano que no necesitan de intermediarios, como las cadenas nacionales o las redes sociales.
Y los principales aspirantes a la presidencia parecen más preocupados por aparecer en programas televisivos de éxito que por lanzar propuestas concretas o sentarse a debatirlas en foros políticos.
Los exitosos espacios de los conductores Marcelo Tinelli o Mirtha Legrand son en Argentina las verdaderas ventanas donde suavizar la imagen pública de los políticos ante amplios sectores del electorado en tiempo de campaña.
Este encuentro de candidatos ha de entenderse en dicho contexto.
"Todo debate es un hecho político de valor en todos los países, pero en Argentina se le pone mucho drama al tema de la participación, se lo ve más como una oportunidad de ganar o perder votos que como una oportunidad cívica de rendir cuentas", asegura Charosky.
"En los países donde el debate transcurre (como Chile o Brasil) hay un nivel de cooperación social que da por supuesto que el candidato le debe eso al público y que si no va quedará mal. También hay un nivel de cooperación entre medios de comunicación, ONGs e instituciones de la sociedad civil, junto con los candidatos, que en Argentina recién se empieza a plantear", añade.
¿Podrá cambiar el debate del domingo esa costumbre? La única certeza, por ahora, es la de una silla vacía.