El secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, llegará este martes a Rusia en su primera visita en el cargo para hablar sobre todo de la tensión en Venezuela, donde ambos países ocupan posturas opuestas, y el agravamiento de la crisis nuclear iraní.
"Habitualmente, los tratos son cosa de (el presidente de EEUU, Donald) Trump", comentó Serguéi Lavrov, el ministro de Exteriores ruso, en vísperas de la visita.
Lavrov, que recibirá a Pompeo en el balneario de Sochi, en el mar Negro, descartaba de esta forma un posible acuerdo bajo mesa con Washington sobre el futuro del gobierno venezolano de Nicolás Maduro.
De hecho, Lavrov ya se lo dejó bien claro a Pompeo en la reunión preparatoria que ambos mantuvieron recientemente en Finlandia: Moscú se opone a una hipotética intervención militar en Venezuela para derrocar a Maduro, operación que -advirtió- sería "catastrófica" e "injustificada".
Según la prensa, Pompeo, que espera reunirse en Sochi también con el jefe del Kremlin, Vladímir Putin, intentará conocer hasta dónde estaría dispuesta a llegar Rusia para defender al presidente venezolano y sus propios intereses económicos en el país latinoamericano.
EEUU respalda al líder opositor y jefe del Parlamento, Juan Guaidó, que ha sido reconocido como presidente interino del país por más de cincuenta naciones, y Pompeo ha admitido que "la acción militar es posible".
Uno de los obstáculos para dicha operación es la presencia en el país de especialistas militares rusos, cuya cifra podría aumentar próximamente, según explicó en Moscú el canciller venezolano, Jorge Arreaza.
Trump aseguró tras conversar por teléfono con Putin que éste le había dicho que no intervendría en Venezuela, pero sus asesores y el Departamento de Estado no lo tienen tan claro.
"Pompeo reiterará nuestra preocupación ante el papel de Rusia en Venezuela; nuestra postura es muy clara: apoyamos la democracia en Venezuela. Y rechazamos el apoyo de Putin a Maduro", explicó un funcionario de alto rango del Departamento de Estado.
La crisis nuclear iraní
Las posturas también son muy distantes con respecto a la crisis nuclear iraní, más aún después de que Teherán anunciara la pasada semana que renuncia parcialmente a sus obligaciones en el marco del Plan Integral de Acción Conjunta (JCPOA, en inglés).
Rusia se mostró comprensiva con la decisión de Irán, pero lo llamó a "abstenerse" de pasos que conduzcan a la plena renuncia del cumplimiento del pacto, y acusó a EEUU de provocar la actual situación con su salida del acuerdo nuclear y con la adopción de sanciones unilaterales.
Precisamente, Lavrov aseguró que espera aclarar con Pompeo "cómo los estadounidenses piensan salir de la crisis que han creado con sus decisiones unilaterales".
Además, expresó su confianza en que los países europeos firmantes del acuerdo nuclear con Irán cumplan con sus obligaciones en materia de cooperación económica y compra de hidrocarburos, claves para que la república islámica no abandone definitivamente el pacto.
El tercer gran tema de las consultas es el control de armas, después de que Trump anunciara sus planes de revisar los tratados de desarme estratégico que datan de la Guerra Fría, en algunos casos para incluir a China.
La prórroga del Nuevo START, que expira en 2021 y limita el armamento estratégico ofensivo, se ha convertido en vital tras la renuncia por parte de ambos países al tratado INF de reducción de misiles de mediano y corto alcance.
Rusia está "a favor de prorrogarlo por un plazo de cinco años después de que este tratado expire en 2021", explicó el ministro ruso tras reunirse con su homólogo chino, Wang Yi.
Este descartó que su país se vaya a sumar a las negociaciones sobre desarme, aduciendo que "el arsenal nuclear de China se mantiene constantemente en el mínimo", aunque eso es precisamente lo que propone Trump.
Pompeo también quiere abordar en Sochi la decisión del Kremlin de expedir visados a los habitantes de las zonas controladas por los separatistas prorrusos en el este de Ucrania.
Mientras Putin considera que es una medida con fines exclusivamente humanitarios, EEUU y Kiev consideran que el Kremlin busca socavar la soberanía y la integridad territorial de Ucrania.