Las huelgas en las fábricas bielorrusas, a las que se sumaron los gigantes industriales como Belaruskali o Naftan, continúan este lunes en el noveno día de protestas contra los resultados de las elecciones presidenciales del 9 de agosto.
Miles de trabajadores demandan el cese de la violencia policial, la liberación de los detenidos en las manifestaciones de las jornadas anteriores, la celebración de nuevas elecciones en el país y castigar a los responsables de la represión policial.
El presidente bielorruso, Alexandr Lukashenko, visitó hoy la planta de tractores de ruedas VOLAT en Minsk para afirmar que pese a las huelgas, la industria del país "no ha parado".
"En general, las fábricas están trabajando", dijo, al señalar que el hecho de que unas "150-200 personas" decidan declararse en huelga "no significa nada".
Mientras el mandatario se encontraba en la fábrica, algunos de sus trabajadores, citados por el medio opositor Tut.by, se quejaron de que no les dejaban acceder al recinto donde se encontraba Lukashenko.
Otros empleados de la planta que sí lograron estar en la reunión con Lukashenko comenzaron a gritar "Vete" durante la intervención del mandatario, como se puede apreciar en las imágenes de vídeo difundidas en medios bielorrusos.
Este lunes también se declararon en huelga los trabajadores de la Compañía de Radio y Televisión de Bielorrusia.
El director de la empresa dio a los empleados una hora para decidir si prosiguen con la acción o presentan sus renuncias, a lo que los trabajadores contestaron que decidirán por ellos mismos si continúan en huelga o se van, según Tut.by.
A la huelga se adhirieron además los trabajadores de Kreamin, uno de los mayores fabricantes de baldosa cerámica, con sede en Minsk.
De acuerdo a los medios bielorrusos, el director de la fábrica aseguró que apoya plenamente a sus empleados y si deciden salir a la calle, él seguirá su ejemplo.
Este domingo Minsk fue escenario de una manifestación sin precedentes en la historia de Bielorrusia, en la que más de 200.000 personas exigieron la renuncia de Lukashenko y la libertad de todos los presos políticos.
Dos fallecidos, casi tres centenares de heridos, y cerca de 7.000 detenidos es el balance que ha dejado la represión policial de las manifestaciones de protesta.
Los ciudadanos que han sido puestos en libertad han denunciado haber sido sometidos a torturas y palizas en los centros detención, y han exhibido a los medios las huellas de estas.