La Fiscalía sueca señaló este miércoles a Stig Engström, un publicista que trabajaba cerca del lugar donde fue asesinado en 1986 el primer ministro Olof Palme, como el autor del crimen.
La imposibilidad de presentar cargos contra Engström, fallecido en 2000, implicael cierre de la investigación iniciada hace 34 años, señaló el fiscal Krister Petersson en una comparecencia digital.
"Creo que hemos llegado tan lejos como se podía pedir a la investigación", afirmó.
El jefe de la investigación policial, Hans Melander, reveló en la misma comparecencia que el interés por Engström, conocido como "el hombre de Skandia" (por la aseguradora para la que trabajaba), surgió cuando un nuevo grupo, hace tres años, se hizo cargo de las pesquisas.
"Encontramos a una persona que no cuadraba en el resto de la fotografía del crimen. Sus informaciones no se correspondían con las del resto de testigos", dijo Melander.
Según explicó Pettersson, la vestimenta que llevaba la noche del crimen Engström -que se presentó como testigo e hizo declaraciones a varios medios- coincide con las descripciones dadas por varias personas que vieron salir corriendo al supuesto asesino.
Ninguno de los testigos situaron tampoco a Engström en el lugar del crimen justo después de que tuviera lugar.
Su pertenencia a un club de tiro y el hecho de que se moviese en círculos críticos con Palme refuerzan la teoría de la fiscalía, resaltó Pettersson, que lamentó que no haya pruebas técnicas que lo vinculen con el crimen.
La pista del "hombre de Skandia", que no fue considerado relevante en la fase inicial de la investigación, se reactivó hace dos años gracias a un reportaje, al que luego siguió un libro, del periodista Thomas Pettersson, que entregó la información a la policía.
La investigación del asesinato de Palme ha estado rodeada de escándalos e incompetencia desde la misma noche del crimen. A lo largo de los años se ha apuntado a distintas autorías por la relevancia internacional del primer ministro sueco.
Entre ellas figuran el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), los servicios secretos sudafricanos o una conspiración de círculos policiales vinculados a la extrema derecha, aunque no se haya podido encontrar "nada específico" al respecto, según Melander.
El único condenado por el caso, el delincuente común Christer Pettersson, contra el que un tribunal dictó cadena perpetua en julio de 1989, fue absuelto meses después por falta de pruebas.