En su primera visita a Brasil para la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), el papa Francisco se enfrenta a una doble misión: tratar de contener el crecimiento de las denominaciones evangélicas pentecostales y atraer a los fieles que se han alejado de la Iglesia Católica y que -cada vez más- se declaran "sin religión".
La tarea es especialmente difícil en Río de Janeiro, la sede escogida para realizar el evento que comienza este martes y se extenderá hasta el domingo. La ciudad tiene una de las proporciones más bajas de católicos entre las urbes brasileñas, lo que refleja en mayor grado -según los demógrafos- la crisis que enfrenta el catolicismo en el país.
Brasil es la nación católica más grande del mundo desde la década de los años 50, cuando tomó el puesto que solía tener Italia. Aunque la Iglesia en ese país cuenta con unos 123 millones de miembros, en la actualidad está pasando por un evidente proceso de diversificación religiosa.
Los datos del último censo de 2010 revelaron que, por primera vez, el número de católicos en Brasil disminuyó en términos absolutos y relativos.
En 2000, los católicos brasileños sumaban 125 millones y representaban el 73,6 por ciento de la población, mientras que en 2010 eran 123,3 millones o el 64,6 por ciento del total.
Durante el mismo período, los evangélicos ganaron casi 20 millones de seguidores y pasaron de ser 26,5 millones (15,4 por ciento de la población) a 42,3 millones (22,2 por ciento).
Por su parte, el grupo que se declara "sin religión" aumentó de 12,5 millones de personas en 2000 (7,4 por ciento) a 15,3 millones (8 por ciento) en 2010.
En 1872, cuando el catolicismo seguía siendo la religión oficial del país, el 99,7 por ciento de los brasileños se declaraban católicos.
Según los demógrafos, el fenómeno indica un cambio de la hegemonía religiosa en Brasil, que culminará -si las tendencias actuales continúan- en 2040 con el fin del catolicismo como religión de la mayoría.
Se supone que en ese año habrá un empate técnico entre el número de católicos y evangélicos del país, según lo asegura un estudio titulado "La dinámica de las afiliaciones religiosas en Brasil entre 2000 y 2010: la diversificación y el proceso de cambio de la hegemonía", realizado por los demógrafos José Eustáquio Diniz, Luiz Felipe Walter Barros y Suzana Cavenaghi, del Instituto Brasilero de Geografía y Estadística.
"Entre 2000 y 2010, el equivalente a la adición de toda la población -alrededor de 21 millones de personas- fueron a otros grupos religiosos", le dice Diniz a BBC Brasil.
Río de Janeiro
En medio de la pérdida de popularidad de la religión católica, la elección de la sede de la JMJ 2013 no ha sido una mera coincidencia.
Río de Janeiro es el mejor retrato de la transformación religiosa que atraviesa el país.
Para los demógrafos, el estado es una especie de "termómetro" de las transiciones demográficas y anticipa cómo será el futuro de Brasil.
"Se trata del estado más urbanizado, más envejecido y con las tasas de natalidad más bajas del país. También es el estado que presenta el menor porcentaje de filiación católica, la mayor diversidad religiosa y el número más elevado de aquellos sin religión", afirma Diniz.
Según la encuesta coordinada por él, la ciudad de Río de Janeiro estaría "adelantada" unos 20 años en comparación con la media nacional, mientras que el estado de Río de Janeiro lo estaría en unos 25 años y la región metropolitana (que reúne a los municipios de la zona metropolitana con excepción de la capital) unos 30 años.
Esta última región, destaca el demógrafo, ya muestra una situación de empate técnico entre católicos y evangélicos. Ali, los evangélicos también son mayoría entre los niños, los jóvenes y las mujeres en el período reproductivo (hasta 39 años).
Razones
En la evaluación de los especialistas, el perfil religioso cambiante se explica en gran medida por los cambios socioeconómicos de la población en las últimas décadas.
Los evangélicos, en comparación con los católicos, crecen a un ritmo mayor entre las mujeres, los jóvenes, la población urbana y aquellos que se definen como negros y pardos, que son el segmento de más rápido crecimiento en el país, explica Diniz.
"Brasil es cada vez más urbana, más femenina, más mestiza, con niveles educativos más altos y una clase media más numerosa, en relación a los ingresos. En todas esas categorías, los evangélicos les llevan ventaja a los católicos".
"El único segmento en el que la población católica tiene una mayoría absoluta es entre los ancianos. Pero cuando ellos mueran, no serán reemplazados por nuevos creyentes", añade.
Un estudio realizado por el Instituto Data Popular al que tuvo acceso BBC Brasil retrata el desafío. La encuesta fue realizada a 1.501 personas en 100 ciudades brasileñas en mayo de este año.
Según los datos, el 44,2 por ciento de los encuestados jóvenes (entre 16 y 24 años) se declararon católicos. Entre los que tenían más de 50 años la cifra alcanzó el 57,9 por ciento.
Además de los aspectos socioeconómicos, añade Diniz, los evangélicos también cubren un espectro más amplio del mercado religioso, ya que son capaces de "personalizar el mensaje de fe" y ello fortalece del proceso de migración religiosa.
"Hay muchas vertientes de las iglesias evangélicas pentecostales adaptadas a todo tipo de personas", dice el demógrafo.
Sin embargo, el teólogo Paulo Fernando Carneiro de Andrade, profesor de la Universidad Pontificia Católica de Río de Janeiro, la misión del papa Francisco -aunque difícil- no es imposible.
"Dado el contexto actual, la visita del papa Francisco puede propiciar el retorno de aquellos que se han alejado de la Iglesia. Una de sus cualidades es, sin duda, la empatía", le comenta Carneiro a BBC Brasil.
"En América, a diferencia de lo que ocurre en Europa, el proceso de secularización no va hacia el ateísmo. Aquí la gente se declara 'sin religión', pero eso no significa necesariamente que no creen en Dios. Es con esas personas que el Papa intentará restablecer el diálogo", añade.