La mina de cobre chilena de Chuquicamata resurgió de su polvo anaranjado para comenzar una nueva era del yacimiento, en este caso bajo tierra, mientras cierra 104 años de historia a rajo o cielo abierto que quedarán como una cicatriz de un kilómetro de profundidad en mitad del desierto de Atacama.
Una renovación que aumentará la vida útil de la explotación por 40 años más y que dotará al proyecto de tecnología de punta que actualice en el subterráneo las operaciones que se han estado realizando hasta ahora en el gigantesco cráter de la superficie, a 2.870 metros de altitud en la norteña región de Antofagasta.
Chuquicamata subterránea, inaugurada este miércoles de forma oficial, es una mina absolutamente diferente a la existente, tanto en sus procesos como visualmente, y explotará el yacimiento a 898 metros de profundidad más desde el punto más profundo del rajo abierto, pero desde abajo.
Hasta ahora la parte sobre superficie se explotaba desde arriba hacia abajo, pero la inmensidad del cono excavado en las montañas aledañas a la ciudad de Calama no permite seguir descendiendo.
La solución de la estatal chilena Codelco ha sido invertir 5.000 millones de dólares y colocar su operación bajo la reserva de mineral para explotarla hacia arriba en tres fases o niveles diferentes a través del método "block caving".
Este sistema permite dividir el yacimiento en macrobloques y explotarlos uno detrás de otro en cada nivel hasta consumirlo y construir el nivel siguiente metros más abajo.
Es una técnica de hundimiento a gran escala a través de la fragmentación de la roca con perforaciones desde abajo para que el mineral caiga por la gravedad de forma controlada y se acumule para ser recogido en ese nivel y sacarlo de la mina a través de una correa de 15 kilómetros desde el corazón de la montaña hacia el exterior.
Un sistema moderno con maquinaria de tecnología punta que será controlada a distancia desde un centro ubicado a 5 kilómetros fuera del yacimiento.
Tecnología de punta
En esas instalaciones, con docenas de pantallas, se puede monitorear todo el interior de Chuquicamata subterránea y controlar los sistemas de perforación y los vehículos LHD de recogida y descarga de los minerales, así como las diferentes plantas de tratado del mineral.
Así lo explicó a Efe desde el mismo centro de control integrado el gerente de operaciones de la división Chuquicamata de Codelco, Claudio Sougarret, quien destacó que con la tecnología se produce la "integración de las operaciones", lo que da lugar a "mayor eficiencia".
"No tiene nada que envidiar (con otras minas similares). El desafío está en que tenemos que integrar operaciones que son muy antiguas y por lo tanto eso nos demanda tener que implementar en el terreno varios equipos y dispositivos que permitan operar a distancia", indicó Sougarret.
Las metas de Codelco para los próximos 40 años
Todo lo anterior está destinado a cumplir con los objetivos marcados por Codelco para esta segunda vida de Chuquicamata: explotar 1.028 millones de toneladas de cobre.
En busca de esos números, la primera meta a conseguir está marcada para 2026, cuando la explotación deberá alcanzar su nivel más óptimo con una producción de 140.000 toneladas de mineral al día y, desde ese momento, un registro de 320.000 toneladas de cobre fino y más de 16.000 toneladas de molibdeno fino cada año.
Inmensas cantidades de materiales que desfilarán por el hormiguero que será esta nueva versión subterránea de la mina, que durante sus próximos 40 años tiene prevista la construcción total de 750 kilómetros de túneles y galerías en busca del cobre.
Por el momento, la mina ya cuenta con toda la instalación de conductos de ventilación, y las galerías necesarias para la explotación del primer nivel del yacimiento subterráneo.
Ahora el cobre tendrá un recorrido más sencillo y eficiente, en lugar de voladuras al aire libre en el gran cráter de Chuquicamata a rajo abierto y el transporte del mineral en camiones volquetes gigantes que subían de forma ininterrumpida las laderas infinitas del monstruoso agujero.
La beta del yacimiento se dividirá en macrobloques de extracción de 35.000 metros cuadrados (unos 7 campos de fútbol) y cada nivel tendrá entre 16 y 20 de estos macrobloques, que se explotan de uno en uno.
Un cambio que hará olvidar las colosales nubes de polvo sobre el rajo abierto por el ir y venir de los camiones volquetes, ya que mientras la parte subterránea toma impulso para esta nueva era de extracción, la parte al aire libre se prepara para poner fin a más de un siglo de operaciones para diciembre de 2020.