Mediante una columna de opinión publicada en El Mercurio, el abogado Carlos Peña se refirió a los casos de "La Manada" en España y de Herval Abreu en Chile, que consideró ejemplos de "el abuso normalizado, naturalizado", que padecen las mujeres en la sociedad, "al extremo de considerar que quienes ahora lo denuncian eran en verdad partícipes".
El rector de la Universidad Diego Portales reflexionó que "quizá sea (ésta) la circunstancia que, todavía, a pesar de todos los esfuerzos, los discursos y los empeños, sigue caracterizando la vida cotidiana de muchas mujeres: padecer esa dominación casi atmosférica (...) vivir muchas veces y tolerar actos y conductas sin que medie su consentimiento, su auténtico consentimiento interior".
"No cabe duda; lo que las mujeres tienen en común (...) es el género, una de las construcciones sociales más porfiadas de todas las que existen en la cultura que, disfrazada con el ropaje de la naturaleza, dispone para las mujeres una posición de desventaja en la vida social", señaló.
"Subordinación torcida"
El columnista agregó que "el concepto de género, que tanto escozor suele incluso hoy causar entre los sectores conservadores (que ven en él una amenaza al orden de las familias, ...), alude a la construcción social de una cierta identidad que reposa sobre el sexo", y apunta que "el género es una definición social de los papeles que a cada uno cabe en este mundo".
Ésta "parece mimetizarse con la eternidad; pero que es contingente y está atada a ciertos intereses, a una cierta disposición de la estructura social que acaba subordinando de múltiples y torcidas formas a las mujeres", advirtió.
"Asignación artificial de papeles"
Peña indicó que dentro del "relato que ha inspirado buena parte de nuestra cultura se sitúa lo masculino del lado de lo público; (mientras que) del otro, del lado de lo privado, lo femenino", pero esta distinción constituye un "verdadero encubrimiento ideológico de la realidad".
"Por supuesto, tanto La Manada como el director de televisión o cualquier otro en una situación como la suya esgrimirán la cultura y las costumbres, además de la inacción de las víctimas, como coartadas para evitar el reproche y la pena; pero si se tolera que lo hagan, se estará consintiendo que sea el género, esa asignación artificial de papeles, el que acabe teniendo la última palabra", concluyó el columnista.