La valiente historia de resiliencia de la hija del "primer femicida de Chile"

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Autor: Cooperativa.cl

Alejandra López recuerda la trágica noche en que su padre mató a su mamá en el baño de la casa.

Pese a que en su caso encontró apoyó en su familia materna, criticó que "tras un femicidio, los hijos siempre estamos solos".

La valiente historia de resiliencia de la hija del
 La Tercera

Alejandra recuerda con pesa haber "normalizado la violencia" durante su dura infancia.

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Alejandra López es hoy una joven enfermera. Pero su vida, hasta la actualidad, ha estado marcada por dolorosos obstáculos a los que, con ayuda de su familia y amigos, pudo sobreponerse en un ejemplo de resiliencia, en un caso que ha dejado perplejos a muchos en redes sociales.

En 2005 sufrió la muerte de su madre, degollada, a manos de su padre, quien en 2012 fue el primer hombre condenado por el delito de femicidio en Chile y que cumple una pena "suficiente para estar hasta que muera en la cárcel".

En un sentido testimonio, que publica hoy La Tercera, le agradece a la Presidenta Michelle Bachelet, quien "durante su primer gobierno ingresó un proyecto que incluyó el femicidio como delito específico y endureció las condenas contra los agresores de mujeres", ley que "empezó a correr en 2012, año en que condenaron a mi papá, ingresado formalmente como 'el primer femicida de Chile' ".

"La noche en que mi papá degolló a mi mamá"

Alejandra recuerda el día en que su vida cambió para siempre: "La noche en que mi papá degolló a mi mamá escuché una explosión muy fuerte en el patio y cayeron muchos vidrios cerca mío. Con mis hermanos estábamos en una fiesta en la casa frente a la mía, en Peñalolén, donde vivían tres amigos que tenían la misma edad que nosotros: 21, 19 y 14. Yo era la menor".

Tras eso, y de ser alertados de que el peligroso ruido provenía de su casa, fueron a ver qué sucedía. "El lugar donde había crecido estaba hecho pedazos (...) los ventanales llenos de escombros, como si las paredes hubiesen sido demolidas, parecía zona de catástrofe o de guerra", recuerda, y "mientras nos escarbábamos por todos lados, con mis hermanos sólo buscábamos a mis papás".

"En el patio trasero encontramos a mi perro que quedó con sordera y tiritaba de miedo, y un poco más allá a mi papá tirado en el suelo vestido con un pijama corto, burdeo, de cuadrillé (...) luego vi los balones de gas, las mangueras y a él mismo lleno de sangre". Posteriormente, uno de sus hermanos encontró a su madre degollada y con múltiples fracturas en el baño: "Mi hermano (...) se desmayó, yo no podía creer lo que pasaba y mi hermana estaba en shock".

"Tenía normalizada la violencia"

Recuerda que esa noche, según se enteró años después, su madre estaba decidida -y preparada- para pedirle el divorcio a su marido, un "hombre enfermo (...) que quiso tratarse y rehabilitarse del alcohol, pero no lo hizo", además de "consumidor de cocaína" y un "celópata y acosador que la rondaba en el trabajo y no la dejaba tener amigas".

Cuenta que varias veces encontraron "sangre entre las sábanas o le veíamos moretones enormes, pero ella daba excusas creíbles". Así, con pesar rememora, como una suerte de cruz que aún carga, que en su infancia -"que no fue feliz"- ella "tenía normalizada la violencia porque lo que me pasaba a mí también le pasaba a otras familias que conocía".

"Mi testimonio es un llamado a no normalizar la violencia, algo que yo tenía muy incorporado porque veía que otras amigas pasaban las mismas cosas que yo", concluyó.

"Tras un femicidio los hijos estamos solos"

En este contexto, hace un breve pero potente crítica al sistema, en el que "tras un femicidio, los hijos siempre estamos solos. No hay ayuda económica ni nada, pese a que se sabe que nos quedamos sin papá, sin mamá".

En su caso, le agradece a su familia materna por haberles dado a ella y sus hermanos un nuevo hogar y que, pese a que "obviamente estaban destrozados, de alguna parte sacaron fuerzas para apoyarnos", así como destaca también el apoyo de sus compañeros del colegio al que se cambió tras el trágico suceso, quienes incluso -tras enterarse del hecho- le ayudaron en ese entonces con la organización de una misa para conmemorar el primer aniversario de la muerte de su madre.

Pese a todo, valora todo lo que ha vivido pues, manifiesta, "creo que la vida no ha sido tan injusta conmigo, porque pude, con mucho esfuerzo, terminar mi carrera de enfermería. Sé que mi mamá me acompaña a todos lados y lo que le pasó me ha llevado a meterme en organizaciones contra la violencia, a ayudar a quienes pierden a sus papás, y a darme cuenta de cómo quiero vivir y lo importante que es la unión y el apoyo familiar. Si no hubiese pasado esto, no habría valorado a mis hermanos, mis amigos, mis abuelos y mis tíos. No sería una mujer que puede salir adelante frente cualquier situación".

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