James Hamilton y Juan Carlos Cruz entregaron su testimonio a The New York Times.
Ambos señalan que los abusos comenzaron cuando tenían 17 años.
Dos de las supuestas víctimas del sacerdote Fernando Karadima, James Hamilton y Juan Carlos Cruz, revelaron detalles sobre los abusos que denuncian.
Tanto Hamilton, de 44 años, como Cruz, de 46 años, coincidieron en que el sacerdote se había ganado la confianza de ambos antes de cometer los ilícitos, según dio cuenta el diario estadounidense The New York Times.
Hamilton detalló que los primeros acercamientos ocurrieron en 1983 cuando tenía 17 años, época en que conoció al sacerdote que "idolatró" inmediatamente. Allí comenzaron los primeros besos y caricias, según reveló, por lo que en un comienzo las confesiones al sacerdote giraban en torno a su sexualidad.
Según su versión, el sacerdote justificaba las caricias asegurando que para guiar a una persona debía conocerla completamente.
Durante un retiro fuera de Santiago, el sacerdote "tomó su juego íntimo mucho más allá", a lo que Hamilton aseguró que "estaba paralizado, congelado" y "destrozado", sin embargo, reconoció que continúo relacionándose con el eclesiástico incluso después de casado.
"Tenía total poder sobre mí"Juan Carlos Cruz, por su parte, reveló al medio que los abusos comenzaron cuando era un seminarista, también a los 17 años, luego del fallecimiento de su padre, por lo que el sacerdote Karadima aprovechó las confesiones con él para acariciarlo y besarlo.
Cruz comentó que tras expresarle al sacerdote que tenía una confusión respecto a su sexualidad, por lo que, según aseguró, aprovechó ello para intimidarlo y obligarlo a guardar silencio.
La supuesta víctima aseguró que "este hombre tenía total poder sobre mí" y que por lo mismo "sólo quería suicidarme, pero no era lo suficientemente valiente para hacerlo y no quería hacerle eso a mi madre".
Cruz, quien actualmente reside en Estados Unidos, comentó que Karadima transgredió sexualmente a otros de sus jóvenes seguidores, lo que era un secreto a voces y que no era difícil que sus víctimas se encontraran unos con otros.
