"Nuevamente surge un estallido social en el sur de Chile: ayer Magallanes y Aysén, hoy Chiloé y la Región de Los Lagos. Estos hechos no son casualidad, tienen causas y causantes. Son los efectos de un modelo de desarrollo y una industrialización planificada para explotar los recursos naturales del sur y de todo Chile. Se privatizó la tierra, el agua, el mar, porque primero se privatizaron las conciencias y la organización social y hoy seguimos sufriendo las consecuencias".
Así comienza una declaración titulada "Chiloé: También el mar fue asesinado", difundida y firmada, entre otras personas y organizaciones, por el obispo de Aysén, Luis Infanti (ver archivo adjunto).
En conversación con Cooperativa el prelado profundizó en los conceptos que lo llevaron a suscribir el documento y afirmó que la crisis de la Región de Los Lagos pone "en tela de juicio un proyecto país que se está cuestionando cada vez más, porque el desarrollo que se esperaría de este sistema social, esencialmente neoliberal, en lugar de producir crecimiento y desarrollo, va provocando graves daños a la casa común en que vivimos".
Infanti denunció "una explotación exagerada de los recursos, (...) que entregamos a grandes empresas multinacionales que buscan el beneficio propio dejando muerta a una región".
"Depredar el medioambiente es herirnos a nosotros mismos"
"Hoy día es Chiloé, pero fue (en el pasado) Aysén y, seguramente, vendrán más (crisis sociales), porque hay un sistema, un modelo político y económico, avalado por las autoridades y los gobiernos de todos estos años", que es "depredador" de los recursos naturales, advirtió.
En este sentido, la de Chiloé "no es sólo una crisis medioambiental, sino que es una crisis ética, de humanidad: el trabajo, ciertamente, es una prioridad, pero vemos que la misma empresa salmonera en otros lugares del planeta, en Noruega y en otras partes, es sustentable. Por lo tanto, (el problema) es el cómo hacemos las cosas".
"Se pueden hacer las cosas mejor y las empresas mutinacionales tienen una gran responsabilidad (...) Si el trabajo, un trabajo depredador, echa a perder el ambiente en que vivimos, la casa común en que vivimos, daña nuestra vida, nuestra cultura, nuestra tradición, que son las grandes riquezas que tenemos, y va hiriendo gravemente la dignidad de las personas, de los pueblos. Esa es la muerte. Depredar nuestro medioambiente es herirnos gravemente a nosotros mismos", indicó el religioso.