El martes 15 de septiembre de 1970, Richard Nixon, entonces presidente de Estados Unidos, ordenó a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) una intervención directa y soterrada para evitar la asunción del socialista Salvador Allende, quien 11 días antes había ganado por estrecho margen las elecciones presidenciales en Chile y debía ser ratificado en octubre por el Congreso.
Unas horas antes de su orden, el mandatario norteamericano se reunió secretamente en la Casa Blanca con el dueño de El Mercurio y férreo opositor al Gobierno de la Unidad Popular, Agustín Edwards Eastman, quien en su paso por Washington D.C. también sostuvo un encuentro con oficiales de la CIA en la que informó las exigencias de militares chilenos dispuestos a participar en el complot contra Allende.
Ambas reuniones, hasta ahora desconocidas, constan en dos nuevos documentos desclasificados por EEUU, los que fueron incluidos en la nueva versión del libro "Pinochet desclasificado", del historiador estadounidense Peter Kornbluh, dedicado desde hace más de tres décadas a la liberación de archivos de su país sobre Chile.
Según replicó Ciper, el libro de Kornbluh cuenta que, a las 08:00 hora local de ese 15 de septiembre, Edwards desayunó durante una hora en la Casa Blanca junto al entonces consejero de Seguridad Nacional, Henry Kissinger; el fiscal general, John Mitchell; y el director general de Pepsi-Cola, Don Kendall, quien alojaba al magnate de la prensa en su casa y era amigo y uno de los principales donantes de Nixon.
La cita entre el empresario chileno y Nixon, coordinada por Kissinger la noche del 14 de septiembre, se concretó a las 09:15 hora local del día siguiente.
De acuerdo al texto, fue Kissinger quien se levantó del desayuno e hizo ingresar a Edwards "disimuladamente" al Salón Oval. Sin embargo, no hay detalles sobre qué conversaron.
Cuando el juez Mario Carroza, ministro especial para causas de violación a los derechos humanos, interrogó a Edwards en 2013 como testigo en una causa que indagó a los instigadores del golpe de Estado, el empresario dijo "no recordar" su reunión con Nixon.
Luego de recibir a Edwards, Nixon se juntó con Kissinger y, según la agenda interna del mandatario, poco antes de las 10:00 recibió también al exministro de Defensa alemán Gerhard Schröeder, miembro del partido Unión Demócrata Cristiana (CDU) de su país.
Pocas horas después, Nixon dio la orden para que la CIA interviniera para que Allende no llegara a La Moneda y, si eso fallaba, derrocarlo. Fue entonces cuando pronunció la frase que pasaría a la historia: "Hagan chillar la economía (en Chile)".
REUNIÓN CON LA CIA
El lunes 14 de septiembre Kissinger se había encontrado con el dueño de El Mercurio y ese mismo día lo reunió con el director de la CIA, Richard Helms.
Transcripciones desclasificadas de las conversaciones telefónicas de Kissinger, obtenidas por el Archivo de Seguridad Nacional, revelan que el magnate entregó nombres de militares chilenos que podían apoyar una acción militar contra Allende.
También realizó un análisis sobre qué dirigentes políticos podrían inclinarse por una intervención militar. Sobre el entonces presidente Eduardo Frei Montalva dijo: "Es indeciso, siempre vacilando, siempre esperando que 'otro dé el primer paso' (...), probablemente se acobardará a último minuto".
GARANTÍAS PARA MILITARES
Esa no fue la única cita entre Edwards y directivos de la CIA. En otro informe liberado por el Archivo de Seguridad Nacional se da cuenta de una reunión a la que asistió el empresario chileno el 18 de septiembre de 1970.
El documento sobre esa segunda reunión dice que "(Edwards) advirtió que es poco probable que los líderes de las Fuerzas Armadas tomen medidas sin varias garantías claras y específicas, principalmente de los Estados Unidos, porque temen que ellos y sus familias paguen un alto precio si actúan y no reciben una asistencia inmediata, decisiva y sustancial".
El archivo también detalla las exigencias expuestas por Edwards: "apoyo logístico inmediato consistente en armas, municiones, transporte, equipo de comunicaciones y combustible"; "apoyo económico inmediato y posiblemente masivo desde el exterior"; "garantías de que no serían abandonados ni condenados al ostracismo por los mismos poderosos críticos estadounidenses que denuncian al gobierno militar de Grecia".
Edwards también transmitió que los "líderes militares chilenos querrían fuertes garantías de apoyo por parte de los civiles chilenos e indicaciones de los líderes políticos de que la acción de los militares refleja las actitudes de los civiles".
Y rechazó la posibilidad de un respaldo militar directo de otro país: "Ningún chileno, militar o civil, consideraría la oferta de respaldo militar de (tarjado) como un factor motivador para actuar en contra de la perspectiva de un gobierno marxista. Si se ofreciera, tal respaldo podría tener exactamente el efecto contrario".