10 comportamientos insoportables de los rockstars
No sólo el público tiene actitudes odiosas, arriba del escenario los músicos también hacen lo suyo.
Tocar con horas de retraso, no variar el setlist y enfocarse demasiado en el nuevo álbum son algunas de las actitudes más criticadas.
Guns N' Roses salió cerca de tres horas después de lo programado en su última presentación en Chile en 2011.
Un show no es cualquier cosa, es una experiencia que involucra sentimientos, actitudes y voluntades que harán que su desarrollo sea positivo o negativo.
En un recinto confluyen fanáticos y músicos, cada uno aportando lo suyo. Y claro, además de disfrutar de la música y de esas canciones que tanto amamos, debemos aplicar una buena dosis de tolerancia para aceptar sin enojarnos los comportamientos odiosos de otros miembros de la audiencia, que nunca faltan en medio de un concierto de cualquier tipo.
Los avances tecnológicos han hecho, por ejemplo, que el público esté más preocupado de sacar una foto con su celular aplicando el mejor filtro, que de acompañar al cantante en el coro de un éxito. O se enfocan en "tuitear" lo que dijo el cantante, en hablar con el amigo afirmados de un vaso o, las chicas, en subirse al hombro de sus parejas para ver mejor (y de paso lucirse bien), tapando a todos los desafortunados que quedan detrás de ellas.
Sin embargo, no sólo el público puede ser insufrible durante un show: arriba del escenario los artistas también pueden ser protagonistas de acciones odiosas y convertir lo que, se suponía debía ser una fiesta, en una experiencia absolutamente negativa.
Por eso revisamos ahora los 10 comportamientos insoportantes de los rockstars en un concierto, recopilados inicialmente por la revista Rolling Stone en su edición online.
¿Cuál es la que más te desagrada? ¿Crees que estas actitudes son necesarias para el rock & roll? ¿Falta alguna?
Comenzar el show con horas de retraso: una demora de algunos minutos permite que algunos atrasados alcancen a oír la primera canción, pero ¿tres horas? Axl Rose lo hizo en Chile no una o dos... ¡sino tres veces!
Excluir a los principales miembros de la banda: una cosa es que el compañero nunca te haya caído bien, pero otra cosa es sacarlo del grupo porque quiso un trato económico más justo. Bill Ward (Black Sabbath) y Dave Lombardo (Slayer) son algunos de los ejemplos
Tocar demasiado del nuevo álbum: cuando un artista o una banda anuncia nuevo disco, de inmediato se piensa en la posibilidad de disfrutar de una gira. Sin embargo, que casi la totalidad de ese trabajo sea interpretado en el show (sobre todo si es el debut del grupo en el país), no es algo agradable ni siquiera para los fanáticos más acérrimos. Algo que quedó demostrado con la presentación de Linkin Park en 2010.
Tocar los mismos éxitos: Hay estrellas que tienen un extenso recorrido discográfico, con varias canciones que incluso jamás han sido interpretadas en vivo. ¿Por qué no variar el repertorio que se ha tocado durante los últimos cinco años? Los Tres han sido criticados por presentar las mismas canciones desde que se reunieron en 2006.
Hacer medleys: si una persona paga una entrada para ver a su artista o banda favorita es para disfrutar de aquellas canciones que marcaron su vida en algún momento. Entonces, tocar las cinco canciones más exitosas en cuatro minutos es una burla para los fanáticos, con los artistas pop como los mayores exponentes de esta actitud. Prince es uno de ellos.
No tocar nada de la ex banda: seamos sinceros. Con algunas honrosas excepciones, muy pocos solistas salidos de populares bandas llegan a emular con su carrera individual lo conseguido por su grupo madre. De hecho, muchos fanáticos los siguen, en primer lugar, tras conocerlos como parte de esa agrupación que marcó sus vidas. Por eso, realizar giras sabiendo que la gente va a verte por esas razones y no tocar nada de tu ex banda, enfocándote sólo en tu material solista, es un comportamiento deleznable. Así lo hizo Jarvis Cocker en su visita a Chile en 2008, cuando ni se esforzó en recordar a Pulp, pese a las peticiones de su público.
Variar la versión original de una canción: no es estar en contra de nuevas formas para ofrecer los éxitos en vivo. El punto es el resultado final, cuando se hacen arreglos que terminan perjudicando al producto primero y transforman el concierto en un verdadero sacrificio. A excepción de algunos snobs que lo niegan, la mayoría de la gente si quiere escuchar los clásicos tal como los conocieron, querido Bob Dylan.
Aparecer en escena tan borracho o drogado que apenas puedes mantenerte en pie: si, sabemos que el gran lema de todo es "sexo, drogas y rock & roll", pero llegar al punto en que no puedes ni pararte en el escenario no sólo es patético, sino que es una suerte de "incumplimiento de contrato". Mal que mal, la gente pagó para escucharte cantar, no para verte repetir el cliché de la estrellita reventada.
El solo: a menos que seas Tony Iommi, Eric Clapton, Neil Peart o John Entwistle, nadie quiere escuchar tu solo. En serio. Es mejor que esos minutos sean ocupados para tocar aquél éxito del primer álbum que el público siempre ha querido escuchar en vivo.
Estrujar todo el dinero del fanático como sea posible: ya es bastante que el público deba, primero, elegir una de las cinco áreas de la cancha, y luego, manejar la tentación de aquellos productos especiales que la misma banda pone a la venta. KISS es el mejor ejemplo de cómo sacar dinero más allá de los acordes. Pero lo peor es el alto precio de las entradas... aunque en eso, claro, las productoras que los traen tienen tanta o más responsabilidad que los mismos artistas.